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viernes, 24 de diciembre de 2010

sábado, 18 de diciembre de 2010

UN SUEÑO






Anoche, parafraseando a Daphne du Maurier, soñé que volvía a Nürnberg. Las pocas horas que dormí se vieron revueltas con sueños extraños y confusos, y uno de ellos fue el que me despertó y me impidió seguir durmiendo.
Reviví historias, circunstancias y situaciones reales y pasadas. Pero los protagonistas no eran los de entonces, era el mismo escenario y se representaba el mismo guión, pero las caras eran distintas; las de personas que entonces no conocía y tardarían muchos años en aparecer, aunque sólo haya sido rozándola, en mi vida.
Caminando por las orillas heladas del Pegnitz hacia la Andrei-Sajarov-Platz.

Fue largo aquel invierno... y ya se avecina el siguiente.




Autora: Anna



sábado, 11 de diciembre de 2010

LADRÓN DE GUANTE BLANCO






El bar era de esos limpios, blancos, con el suelo de madera, paredes desnudas y sofás de cuero albino. Los camareros eran atractivos sin ser especialmente guapos. Sonreían sin ese peloteo que a ella le ponía tan nerviosa. Pidió una cocacola para despejarse y encendió un cigarrillo. El bar estaba tranquilo, la música, techno sin estridencias, se colaba muy bien por entre las personas que tomaban sus primeras copas de un viernes noche. A pesar de todo, el bar se le antojaba muy frío, y no solo por el aire acondicionado que hacía que en la calle se estuviera mucho mejor... Vigilaba el bolso, sabía que en esos sitios tan cools era dónde más ladrones de guante blanco había, vestidos con sus trajes a medida. Notó que alguien respiraba cerca de su hombro y se giró. Percibió enseguida que estaba en peligro al sentir cómo unos remolinos se dibujaban en la piel de su espalda. Despacio, recoge su bolso y lo pone en su regazo. El ladrón no quería la cartera, le cerró los ojos, le cogió la cara con ambas manos y le robó el beso más sonado de aquella hora en aquel bar.




Autora: Belén Inred


sábado, 4 de diciembre de 2010

"TE JURÉ QUE NUNCA PERMITIRÍA DEJAR DE AMARTE."







El espejo refleja el ojo cuidadosamente pintado. La sonrisa emocionada previa al encuentro. Me apresuro, se me está haciendo tarde y apenas tenemos tres horas cada jueves. LLego por fin, me besas apasionado, me desnudo entregada a tus manos, nada pierde de magia este momento arrancado a los años y al destino.

Después de haberlo sido todo el uno para el otro hace tantos años, y alejados por la vida hasta puntos completamente opuestos, nos reencontramos de nuevo, hace cuatro años. La vida, la jodida vida, nos ha devuelto en amantes fugaces que se beben la vida mutua en esos instantes.

Ahora, mientras me visto despacio, en la penumbra, me observas como cada jueves, con esa sonrisa absoluta. Pero hoy tu mirada no tiene ese puntito gris por la ineludible e inminente pérdida... hoy pareces diferente...

Te levantas, me abrazas por la espalda y me besas la nuca, sonrío, no creo que pudiese ser más feliz en estos momentos.

Hablas susurrando. Vas a separarte. Me pides que me separe, y nos casemos, y estemos de una vez juntos y para siempre.
Cierro los ojos. Me giro despacio, y te beso en la boca, en los ojos cerrados.

Mientras, me doy media vuelta despacio, y me alejo poco a poco.
En esos mismos instantes comprendo que hoy ha sido el último jueves... y maldigo profundamente la hora mientras me alejo para siempre.



Autora: Mme. Pompidou




sábado, 27 de noviembre de 2010

LA CURVA





La visibilidad era casi nula. Se había echado una niebla densa, casi moldeable. Caminaba por la orilla de la carretera.
Oía las olas que rompían en el acantilado, y a las gaviotas luchar nerviosas por los restos del pescado de la lonja. Ya se podía decir que había amanecido.
Al llegar a la curva, abrí la urna y posé las cenizas sobre la hierba. Hacía 48 horas que él había pasado por esa misma curva, con la misma niebla, y los mismos sonidos cercanos, pero no pudo pasar de allí. Una ironía que su última voluntad escribiese que depositase sus restos en el lugar que nos besamos por primera vez.








Autor: Gabriel del Molino









sábado, 20 de noviembre de 2010

AROMAS





El paisaje se atropellaba fugaz a través de la ventanilla del tren. Así mismo se sucedían los recuerdos en la mente de Bruno que, en silencio, seguía maravillado pensando en lo real que parecía Elena en su ausencia. Recordaba el olor de su piel, su sabor y cómo todos los días, al acostarse sin ella, en las manos aún guardaba un rumor de su perfume. El viaje había sido preparado para dos pero Bruno tragaba kilómetros de vía absurda con una butaca vacía a su lado y un billete de ida quemándose en su bolsillo. Siempre que el tren se sumergía en la espesa negrura de un túnel la mente de Bruno se fundía en ese insólito momento en que Elena no apareció por la estación. Al salir del túnel la estación se desvanecía y daba paso a la realidad. En el móvil temblaba el mensaje de un buen amigo:“No te emborraches que estás en una ciudad desconocida”, rezaba.

Una vez en la ciudad desconocida, Bruno se dirigió al Hotel de lujo y se perdió en la inmensidad de una cama de matrimonio. A pesar de todo se comportó como un turista. Visitando monumentos y conociendo el lugar consiguió sobrevivir a la soledad. Pero fue en su último día de estancia en aquella ciudad cuando, sin saber por qué, el perfume de Elena invadió completamente la calle por donde paseaba. Fue tan real que hasta le pareció verla. En ese preciso instante Bruno se giró y gritó su nombre. La calle, sin embargo, seguía vacía y las paredes grises hicieron rebotar su grito de forma despiadada. Efectivamente, podría haber sido ella que llegaba tarde a su cita pero que llegaba finalmente. Pero no. Sólo fue el viento que, apiadándose de Bruno, envolvió en sus brazos un último beso que ella estaba regalando a kilómetros de distancia. Bruno nunca consiguió olvidar esa calle ni ese último encuentro.



Autor: Marcos Callau



sábado, 13 de noviembre de 2010

ROJO VALENTINO






Se me acercó en medio de la fiesta. Hola, soy la Muerte, la Muerte Roja. Acaba tu martini, vengo a buscarte. Apuré el trago. Listo, le dije. El resto de los invitados nos miraron al salir, muertos de envidia. No pude evitar sentirme afortunado. Por una vez me iba con la más bella.




Autora: Patricia Estebán




sábado, 6 de noviembre de 2010

MEDITERRÁNEO







El rumor de su agua es suficiente para aplacar la tempestad porque el mar puede resultar bravo y cruel, pero cuando se mece en mi mente reposa en ella el yodo de su energía. Las yemas de sus olas suavemente cayendo sobre mi piel es hacen que me confunda con la serenidad que produce la naturaleza frente a mi alma de hormigón y el socarro valenciano que envuelve mis ojos.


Las burbujas se arremolinan en la orilla. Blanquecinas y chispeantes hacen amago de encontrar mis pies. Estos se estremecen pues aún el sol no ha templado su calidez.

El horizonte se desdibuja tras un fino velo y trato de recordar cuando ví por primera vez el mar en aquella infancia anegada en la oscuridad de los primeros años. Debió ser impactante y amoroso pues cuando estoy frente a él la paz me cae como una suave película vistiéndome de platas y azules y ayudándome a extender las alas para que mi corazón vuelva a brincar sobre el terremoto de la vida.








Autora: Anna









sábado, 30 de octubre de 2010

¡ANDA DAME DOS BESOS!





¡Anda riéte un poco, que ahora nunca te ries!
¿porqué no me dejas tocarte las tetas?
¡Déjame acariciarte y besarte en la boca! dijo el marido tras años de silencio.
Mientras ella , timidamente, había comenzado a conversar incansablemente con otro hombre. Palabra a palabra imaginó el deseo esquivo. El goce de dejarse lamer por otra lengua, dejarse milimetrar la piel con la medida de otras manos. Sin ninguno de los dos, pero con la idea de este último, el conversador , llegó de nuevo al éxtasis.
Después de muchos párrafos se dejó humedecer por su saliva, lenta pero urgente, el tacto sutil, disfrutó del reconocimiento en el que se demoran los desconocidos carnales.
Incluso se le erizó de nuevo el bello con la promesa de una lujuria desacostumbrada, y por fin ambos, los amantes, alcanzaron esa pequeña muerte violenta y dulce, luminosa, pero muerte al fin.
Ella rió, rió mucho aquellas dos noches, dolorosamente breves y secretas. Succionó durante horas el placer de los labios de él. Ofreció generosa sus pezones al pincel ardiente de su boca, él le dibujó exquisitos ideogramas, que ella aún no ha olvidado. Las manos de su amante sobrevolaron su espalda, con un leve y prolongado aleteo eléctrico, ella separó lo pétalos, y él libó , libó sin oposición el cáliz nocturno de la flor del deseo recién florecido.
El se tornó mariposa, lástima que antes del partir ella solo fuese capaz de decirle:
¡anda dame dos besos!



Autora: Arqui Loca




sábado, 23 de octubre de 2010

EL REGALO








Ella –la mujer que habría hecho enloquecer de lujuria a más de un hombre- me entregó el mejor de sus sueños como muestra de amor infinito hacia mí. No supe qué decirle. No la amaba, en modo alguno, pero se trataba de un regalo fabuloso, que no podía rechazar por nada del mundo, así que lo acepté de buena gana, asegurándole además que yo también la amaba, con toda mi alma. Sin duda se dio cuenta de mi mentira –nunca he sabido mentir, ni de niño-, pero hizo como si se lo creía y nos casamos. Fuimos muy felices. Tuvimos tres hijos, una casa preciosa y montones de alegrías. Nunca la amé, tal y como yo entendía que debía de ser el amor, pero nunca me sentí infeliz. Por las noches, mientras abrazaba el sueño que ella me había regalado con tanto amor, me sentía el hombre más dichoso del mundo.


Autor: Roberto Malo


sábado, 16 de octubre de 2010

EL CATALEJO






Un fugaz haz de luz iluminaba la habitación, proyectando duras sombras sobre las paredes; la multitud de enseres que se hallaban esparcidos por todas partes daban a aquel antro un aspecto lúgubre y casi fantasmagórico. Después de largo tiempo aprovechó aquel verano para visitar la abandonada casa solariega de sus abuelos. Era una construcción sencilla de dos plantas con buhardilla. En su desván solía pasar ratos maravillosos en los veranos de su infancia jugando y revolviendo entre los trastos que allí se amontonaban en anárquico desorden. La única claridad le llegaba por un ventanuco de madera hinchada y carcomida por los años, que crujía como si se quejara cada vez que se la abría. En el fondo de un viejo arcón de madera había, entre otros objetos, un catalejo de latón, una brújula de barco y un curioso astrolabio. Ponía una mesa boca abajo, ataba un rapo negro a una de sus patas y armado de una oxidada espada recorría los mares y océanos en busca del botín de algún antiguo corsario. Con el mapa de una isla desierta y una cruz en rojo que marcaba el lugar donde llevaría escondido desde antiguo el fantástico tesoro de algún malogrado capitán pirata, se hacía a la mar para vivir mil y una aventuras.
Dando rienda suelta a su imaginación y atiborrándose de fabulosas historias infantiles que devoraba con avidez desmedida, pasaba las tardes verano jugando en aquel trastero que tan pronto era bodega de barco, océano embravecido o perdida isla llena de peligros.
—¡Vamos, marineros de agua dulce! ¡Soltad amarras, levad el ancla ¡Aunque tengamos que surcar los siete mares y afrontar mil peligros, el tesoro del capitán Cook será nuestra recompensa!
Pero no fue ese tesoro el que tuvo la suerte de encontrar. En un rincón del revuelto desván, medio oculto entre un montón de trastos, vio
un pequeño baúl de mimbre que pensó le serviría como cofre del botín en
sus imaginarias travesías por ignotos parajes. Al abrirlo descubrió el mejor tesoro que nunca hubiera imaginado. El cesto estaba repleto hasta los bordes de una multitud de tebeos e historietas, que harían sus delicias en aquellas tardes veraniegas y llenarían su cabeza de maravillosas e inimaginables fechorías. Desde entonces en aquella estancia se mezclaron, entre otras, las hazañas de "El Capitán Trueno", "El Jabato", "El Guerrero del Antifaz" y "Roberto Alcázar y Pedrín" entre otros. Todos sus personajes, en tropel algarabía, desfilaban por su mente infantil viviendo con ellos arriesgadas e inverosímiles aventuras.
Cuando abrió el ventanuco volvió a chirriar de nuevo, como entonces, en lo que a él le pareció un quejido lastimero por haberse atrevido a despertarlo del insondable sueño de los años. Alguno de los objetos que retenía en su memoria desde siempre habían desaparecido, como el baúl de los tebeos o la mesa sobre la que navegara en sus aventuras. Tampoco pudo encontrar la brújula ni el astrolabio. Sólo el catalejo de latón, lo cogió entre sus manos con cuidado como si hubiera hecho el mayor de los hallazgos y acarició su pulida superficie con nostalgia como queriendo extraer de él jirones de su infancia. Intentó desplegarlo, pero estaba atascado y, al forzarlo, se abrió en dos partes dejando caer al suelo un papel apergaminado. Se trataba de una carta en cuyo interior había una antigua fotografía de un joven ataviado con e1 típico uniforme a rayas de los soldados de la guerra de Cuba. Después de mirar atentamente la fotografía, pasó a su lectura, cuyo contenido transcribo a continuación:
Barcelona 17 de agosto del 1896
Mi querida Sara:
Cuando recibas esta carta ya estaré lejos, pues esta misma noche embarco rumbo a La Habana. No me da miedo entrar en combate ni enfrentarme a mil peligros ni a terribles enfermedades, lo único que temo es estar lejos de ti mucho tiempo –sólo Dios sabe cuánto durará esta guerra– y no poder estrecharte entre mis brazos. Todo se me hará más llevadero pensando que a mi regreso podremos estar juntos y realizar todos nuestros sueños.
Te quiere. Tu amado
Mauricio.
La lectura de aquella carta le intrigó profundamente. ¿Quién era aquella misteriosa Sara de la que nunca había oído hablar en su familia, a quién iba dirigida esa romántica carta de despedida? ¿Quién era el tal Mauricio de quien tampoco tenía noticia alguna? y sobre todo ¿qué ocurrió con los dos enamorados?
Tanto le impresionó su descubrimiento que se quedó absorto durante unos minutos contemplando la carta y la foto sin poder dar crédito a sus ojos. De improviso, recordó una historia que había escuchado en su casa siendo niño: una tía lejana de su madre se había arrojado al mar desde un acantilado al recibir la noticia de que su novio había muerto en la guerra. Era muy probable que esos fueran los personajes de la carta. Pero ¿cómo y cuándo había llegado al interior del catalejo? Sorprendido por el hallazgo no se fijó en un libro lleno de polvo que hasta ahora no conocía. Lo abrió con curiosidad y comenzó a leer lo que parecía un libro de viajes. El protagonista era un marinero que, al parecer, recorrió el mundo en busca de aventuras. Se sentó en una hamaca junto a la ventana y se enfrascó en su lectura. Recorrió los lugares más misteriosos que nunca hubiera imaginado junto a él: la selva del Amazonas, ríos inmensos e inhóspitas y lejanas tierras. En una de sus visitas a tierra firme, se introdujo en la ciudad y fue recorriendo sus calles con afán como si fuera en busca de algo o de alguien. Llegó a una casa solariega cuya puerta encontró abierta, llamó a sus dueños, pero no escuchó respuesta alguna. Recorrió el salón, subió al primer piso, al no ver a nadie se dirigió a la buhardilla, abrió la puerta y descubrió a un muchacho sentado en una hamaca que leía con gran interés un libro.
—¡Nunca debiste leer esa carta, canalla!
Al escuchar su voz se giró hacia él y con un gesto de horror en su rostro balbució:
—¡Mauricio!
Fueron sus últimas palabras antes de caer desvanecido . Al día siguiente unos vecinos encontraron el cadáver, tenía un libro en las manos, los ojos abiertos y una extraña mueca de pánico en su pálida cara.



Autor: Ricardo Fernández Moyano


sábado, 9 de octubre de 2010

FANTASÍA CON LOBOS





Siempre pensé que Carlitos Calderón podía ser un hombre lobo, ya que doña Melquiada, hace años, me había hecho saber sus sospechas, pero el miedo comenzó a obsesionarme en los últimos meses cuando supe que la gente de la aldea comentaba la extraña ausencia de gatos y perros en las callejas.

Hace unas semanas, en la noche, entre gritos, alguien nos dijo que en el corralón del Cristo habían acorralado a una bestia peluda a la que habían sorprendido cuando con sus colmillos de sangre estaba degollando al perro de Aixa, la morisca de la Mancebía. Todos los hombres, armados de hachas y hoces, acudimos al corralón.

Antes de ser colgado, Carlitos habló:

-Desde hace años mi alma no me pertenece… Suplico la vida de mi cuerpo… Respetadla y os concederé un deseo… Mi pacto con Satán permite que pueda hacerlo realidad. Solo pido conservar la vida… Nunca volveréis a verme.

Los hombres, sin dejar de blandir las hachas, cruzamos nuestras miradas. En los ojos de todos relucía un inesperado fulgor… Los que estaban forzando la soga aflojaron la presión. Al poco, todos iniciamos el regreso a nuestras casas mientras la fiera se alejaba en la oscuridad.

Fue así como desde aquella noche en los cuerpos de nuestras mujeres se instaló de nuevo el deseo que acosa a las vírgenes.





Autor: Antiqua


sábado, 2 de octubre de 2010

VENDRÁS...






Vendrás en cosa de una media hora. Estarás ahora caminando por nuestra calle, pisando las hojas de los castaños que ya han caído. Siempre te relaja el sonido de las hojas romperse bajo sus pies. Entrarás, dejarás las llaves en el recibidor, te quitarás la corbata, los zapatos y el traje. Entrarás en la ducha y dejarás que las ideas salgan de tu cabeza y se vayan por el desagüe. Dejarás que se escurran con el jabón y desaparezcan por las tuberías. Te vestirás con el pijama, comerás un par de piezas de fruta para hidratar tu garganta.Bostezarás y sonreirás cuando acaricie tu nuca. Veré cómo tu carne se estremece y se excita cuando sople detrás de tu oreja. Querrás meterte en la cama y jugaré con tu cuerpo hasta que te quedes dormido...Cuando lo hagas, volveré a entrar a esa dimensión de la que salgo sólo cuando llegas a casa. Volveré a entrar en esa pared dónde me emparedaron, esperando a que,de nuevo, atardezca para poder jugar contigo.



Autora: Belén Inred



sábado, 25 de septiembre de 2010

UN MAL DÍA PARA ESTAR SIN TI






Observo desganadamente el ir y venir de mis torpes y solitarios pasos. Observo los desgastados movimientos de mi cuerpo, la agitación de un pelo pajizo por culpa del viento, la dejadez de un aspecto tantas veces mágico. Mis ojos reprimen continuamente las desesperadas ganas de romper a llorar. Sé que si empiezo ahora, jamás podré acabar. Pero, ¿qué es aquello que, de forma tan esperanzadora, me obliga a seguir adelante? ¿Por qué no empezar a llorar, por qué no acabar con tanto sufrimiento?

No sé qué eres. No sé por qué me haces esto. Déjame, déjame llorar. No tengo nada que perder, porque ya lo he perdido todo. Deja que me convierta en un mar de melancólicas lágrimas, en el mar de la tristeza. Desaparece, para que pueda dejar de obligarme a dar cada uno de mis pasos, para que por fin mis temblorosas rodillas puedan caer, y con ellas, mi cuerpo, y mi alma.



Autora: Llanos Enguídanos




sábado, 18 de septiembre de 2010

BRENDA






Me enamoré de ella por su nombre: Brenda. No sé por qué, pero lo cierto es que aquel conjunto vibrante de fonemas me subyugó por completo la primera vez que lo oí. Pensé que tal vez me recordara a alguna fastuosa actriz de cine por la que en el pasado pudiera haber sentido una absoluta fascinación, pero por muchas vueltas que le di, no asocié ese nombre a ningún rostro conocido. Me retrotraje incluso a mi más tierna infancia, pero aquel esfuerzo se descubrió baldío cuando reparé en que hasta los catorce años sólo había asistido a colegios masculinos. ¿Alguna vecina, tal vez, de cuyos ojos vivaces hubiera quedado irremisiblemente prendado? Mi madre, que para las cosas del pasado posee una memoria extraordinaria, me aseguró no recordar a ninguna vecina que respondiera a tal nombre. Brenda: eso era todo lo que sabía de ella. Por eso la amaba. Y por eso sabía sin el menor género de dudas que jamás encontraría a nadie como ella.

Hubo un momento en que estuve a punto de descubrir quién se ocultaba realmente bajo esa elegante modulación vocal, tras aquella eufonía sugerente y alada, y de no ser por mi rapidez de reflejos, nada habría podido impedirlo. Porque justo cuando nuestra más distinguida cliente entraba al despacho, lancé al suelo uno de mis bolígrafos y de ese modo conseguí ocultar la mirada bajo la férrea estructura de la mesa. Por desgracia, no pude impedir que su voz llegara limpia y clara a mis oídos; entonces advertí que aquel leve y atildado timbre sólo merecía pertenecer a alguien que se llamara Sonia o Silvia o, en el peor de los casos, Lucía. El hechizo, como es fácil comprender, se desvaneció para siempre.





Autor: Carlos Manzano



sábado, 11 de septiembre de 2010

INSPIRACIÓN





Marcela, exhausta, no podía dejar de escribir. Un olor putrefacto a carne en proceso de descomposición no tardó en invadir la estancia. Afortunadamente su mano derecha seguía en buen estado y pudo firmar la novela.





Autora: Isabel González


sábado, 4 de septiembre de 2010

LA SECADORA



Vivo en un ático, mi puerta queda frente a la escalera que conduce a la azotea. Lavo a menudo y subo a tender allí, siempre que el tiempo lo permite.
Como trabajo en el turno de tarde, tiendo por la mañana y recojo la ropa por la noche.
Quedo con el vecino del bajo, vicepresidente de la escalera, hacemos el amor en el descansillo. Al terminar pliego la ropa, la dejo en el cuarto de la plancha y me acuesto a dormir con mi marido. Recientemente la empresa me mandó a Murcia, a un cursillo, mi marido esperaba impaciente mi regreso, coincidía con nuestro décimo aniversario de boda. Nada más llegar me vendó los ojos, a oscuras, me condujo de la mano para mostrarme ilusionado una doble sorpresa: había mandado cubrir la terraza de nuestro piso y adquirido una secadora. No habrá más aniversarios, me separo.





Autora: Arqui-loca


sábado, 28 de agosto de 2010

EN ESE PRECISO INSTANTE











Llovía sobre su cara. Se quitó las gafas y aceleró el paso. No por la lluvia, sino porque detrás de una de las ventanas de aquel hotel él la estaba esperando. Sus pasos se fueron haciendo cada vez más firmes y los tacones detonaban contra la acera empapada, haciendo saltar el agua sobre el bajo de sus pantalones.

Entró en el hotel por la puerta giratoria. No podía ser de otra forma. Su vida parecía un tiovivo en los últimos tiempos. Presionó el botón de llamada del ascensor y marcó el que tenía un 2 sobrescrito. Voló. Una ascensión rápida, mientras se secaba la cara y se ahuecaba la melena. Sobre el pasillo alfombrado del segundo piso sus tacones seguían haciendo ruido, un ruido sordo. 203. Introdujo la tarjeta y, despacio, abrió la puerta.

Él estaba dormido entre las sábanas, bello y perfecto. Se recostó para mirarle, pero su mano tropezó con un tomo precioso de Rilke que estaba esperándola en el lado vacío de la cama. Lo sacó de su estuche, “Sobre el amor. Rainer Maria Rilke”. Lo abrió: “Si alguna vez te pierdo”. Algo dentro de ella se conmovió intensamente. Sintió que le amaba. Le amaba, sí, y le besó. Y en ese preciso instante supo que había comenzado a perderle.





Autora: Laura Gómez Recas


sábado, 31 de julio de 2010

sábado, 24 de julio de 2010

HASTA SIEMPRE, VLADIMIR






Hasta siempre, Vladimir. Me despedí de él dejando caer el móvil en el cubo de fregar. Sonaba incesantemente desde que lo encontraron muerto. Yo fui la última persona que le llamó. El fantasma de la deportación apareció como una sombra helada a mis espaldas. Sopesé las alternativas y todas eran nefastas. Si me hacía cargo de su cadáver, me enviarían de vuelta a casa, sin papeles pero con sus cenizas. Pero no sucedería nada si no reclamaba su cuerpo, si no me hacía notar, si desconocían mi existencia.Lo siento cariño. Tú sabes que yo te quiero.



Autora: Elena Casero



sábado, 17 de julio de 2010

YO CON AUGUSTO NO VOY MÁS A PASEAR






Augusto es un revolucionario convencido, mitin andante, despertador de conciencias, libertador de ilusos y sumisos. Ni grillos, ni moscas, ni perros se salvan de sus discursos libertarios, para todos tiene unas palabritas. Con las ovejas es muy distinto, con ellas se exalta, grita, se sale de sus casillas, tengo yo que sujetar su rabia ante las caras incrédulas y aborregadas de incredulidad de las merinas que no aceptan el genocidio de su raza, que no ven la sangre negra de sus cinceles homicidas.
Luego están las sirenas, tarea difícil, porque sus dulces cantos le confunden. Su mitin invitándolas a abandonar su sumisión y sus serviles cantos, se entrecorta por la somnolencia dulce y placentera que le induce a seguirlas. Ahí estoy yo, para salvarle de ser arrastrado a las profundidades por esas esclavas bellezas incapacitadas para la vida terrenal. Entonces un sopor dulce le mantiene en brazos de Morfeo unas cuantas horas. Cuando despierta, yo, su amigo, el dinosaurio más libre y paciente de la tierra,... todavía estoy allí.




Autora: Isabel González


sábado, 10 de julio de 2010

RESACA






Claro que si, si lo sé, si lo sabemos todos. Ir siempre a los mismos pubs de las mismas calles es muy aburrido. Por eso tú y tus amigos os fuisteis a Tudela con la furgoneta de tu padre. Os lo pasasteis de puta madre. Primero en los botellones del parque y luego en la discoteca. Hubo hasta algún tiro en los baños. Buena música y mejor compañía, la de las tres chicas a las que os arrimasteis, no sin antes comprobar el resto del ganado. La mala suerte se cebó contigo, tus amigos pillaron y tú te quedaste solo. Menos mal que tuviste reflejos y te dio tiempo de coger el autobús de las siete. Compraste churros para tu madre y a dormir como un rey. Te despertó tu padre pidiéndote las llaves de la furgo, no entendías nada, ni tan siquiera el porqué estaban en el bolsillo de la chaqueta vaquera. Esta vez los reflejos los tuvo él, empujándote para que cogieras el bus de las cinco, para recuperar la furgoneta que estaba aparcada cerca del parque dónde habías empezado la noche. Ese parque que aún conservaba los restos del naufragio alcohólico de apenas 24 horas antes.



Autora: Belén inred



sábado, 3 de julio de 2010

CRUDA REALIDAD





Paseaban por la playa y la vi, hacía más de dos años que no sabía nada de ella, éramos jóvenes, fue una decisión mutua y con toda seguridad equivocada, los seguí, entraron en una pequeña tasca, se quedó sola en la barra y me puse cerca de ella mirándola con insistencia, ella lo intuyó y volvió la mirada hacia mí, desafiante, le sonreí preguntándole, ¿no te acuerdas de mí?, sus ojos me miraron con estupor, interrogantes, sólo unos segundos y sonrió, ¡eres tú!, no te reconocí sin la barba.
A los pocos minutos salió él, nos presentó a los dos, nos saludamos, y me fui.
Apenas me dio tiempo a preguntarle por nuestro hijo, sólo me dijo que estaba bien. No volvimos a vernos nunca más.

Manuel.


Autora: Luna Domingo



sábado, 26 de junio de 2010

SEMANA SANTA








Y me apasiono por todo… ¡Culpa tuya, mujer!
De un tiempo a esta parte el pecho lo tengo desgajado. Carne lacerada abierta al mundo, por la que igual se me cuela lo vivo que lo muerto, lo que está por venir, de lo que ya se fue.
Desde que te siento, mi piel de tambor retumba con la mera proximidad de unos labios y vibra de emoción con cada soplo de aliento que percibe cercano. Lloro sin más motivo, rezo con devoción al dios de los paganos y expío mis culpas latido a latido.
Tengo las manos ensangrentadas de abrazarte y mi espalda, surcada de las cicatrices que el pasado me dejó impresas, siente el latigazo nocturno de tus dedos al juguetear con mis costuras, y nota como aquellas marcas desaparecen con el tacto lascivo de tus dientes.
Ahora las espinas duelen menos de lo que dolían cuando se incrustaron en mis sienes recordándome que sólo soy carne.
Pido beber y me das tu sexo.
Es la hora de la pasión, de verter ardientes regueros de cera sobre tus pechos, de mimosos silencios y de febriles llantos.
Mi alma ya no duele, sólo vive. ¡Culpa tuya, mujer!.



Autor: Raúl Ariza



sábado, 19 de junio de 2010

OH, DULCES PRENDAS...






Me pongo su bombín, su pajarita, uso sus gemelos de plata en ocasiones especiales. Me gusta pensar que él, que ahora es todo huesos y una procesión de gusanos laboriosos, se dejó olvidado en casa lo mejor de sí mismo.
Autora: Patricia Estebán


sábado, 12 de junio de 2010

NO SE ESTÁ TAN MAL MUERTA







No se está tan mal muerta. La verdad es que el único problema que tienes es aguantar las alas, que tiene su dificultad. Pero en cuanto te acostumbras, todo va sobre nubes. Lo único fue cuando vi por una mirilla a la tierra. Vi a mi marido llorar, mis hijos desconsolados y mis amigos tristes. No lo pude soportar. Días más tarde vi a la muerte pasear a sus anchas. Se paró en una de las puertas del cielo, miro por fuera, me imagino que para ver si había algún pretendiente de su baile. No lo pude evitar, y le empujé, tirándola directamente a la vida. Ahora tiene que trabajar, pagar la hipoteca y pasar estrecheces económicas. Que se joda.





Autora: Belén Inred


sábado, 5 de junio de 2010

CENIZAS




Cada vez que me monto en el 40 me acuerdo de la noche que depositamos tus cenizas en la fuente de la Plaza España. No me puedo olvidar del momento en que me pediste que ejecutase tu última voluntad. No me extrañó tanto el lugar como que fuese precisamente yo el elegido. Siempre me habías dicho que si hubieses sido de familia bien o te hubiese tocado la Primitiva te hubieras comprado un apartamento en el edificio de la cúpula del Banco Zaragozano. Recuerdo que me llamaste por teléfono y pensaba que querías quedar conmigo para darme una paliza por haberme casado con Paula. Me juraste que hacía por lo menos dos años que ya no te apetecía partirme la cara, aún así acudí a la defensiva e intenté no darte la espalda en ningún instante.
Me dijiste –Carlos, me muero entre Paula y tú me habéis destrozado el alma y jodido la sangre.
No me creí ni una sola palabra de lo que me contabas sobre la leucemia y la quimioterapia. Me hiciste prometerte que esparciría tus cenizas en la fuente de la Plaza España. Yo por librarme de ti te dije que sí. No te fiabas de mí, claro está que después de lo de Paula no me extrañaba. Me hiciste firmar en una servilleta de los Espumosos que acataría lo que me legases en tu testamento.
A los tres meses vino a casa un notario que tenía su despacho en la Avenida Madrid. Me entregó una urna rococó con tus restos, un bulldog francés que se llamaba Nunca y una fecha en la que Paula y yo debíamos verter tus cenizas en la fuente. La noche que lo hicimos volvimos por los porches del Paseo Independencia sin hablarnos, sin apenas mirarnos a la cara. Ahora que voy en el 40 me acuerdo de ti y pienso en que al llegar a casa tengo que sacar a pasear el perro. Ni muerto has salido de nuestra vida.



Autor : Jesús Cuartero



sábado, 29 de mayo de 2010

DANAE BAJO LA DUCHA







Se quedó tendido sobre la cama, incapaz de moverse después de la larga sesión de sexo. Hacía unos minutos que oía el agua de la ducha bajo la que ella había desaparecido después de que él la hubiera convertido en una nube. Después de haber sido tan bien amada, que no tenía manera de recobrar su forma original. Y él se sintió conforme.




Autora: Luisa Miñana




sábado, 22 de mayo de 2010

LA NUEVA...



De un salto y dos zancadas se plantó ante él desde el otro extremo del salón. Puso sus brazos en jarras y se hizo la indignada. O quizás lo estaba. Comenzó a hacerle reproches. Que si en los últimos años se pasaba el día mirándola en silencio con cara de gilipollas. Que si nunca le dirigía la palabra. Que si ahora ni siquiera discutía con ella. Que si ya no le gustaba, con ese enorme trasero que tanto le sedujo el día que decidió invitarla por primera vez a casa. Que si cada dos por tres cambiaba de tema a golpe de mando a distancia y la dejaba con la palabra en la boca.

Angustiado por la situación, tomó una decisión. No estaba dispuesto a soportarla ni un minuto más y la arrojó por la ventana desde el décimo piso. Sin piedad. Después de treinta años, pensó, se merecía algo mejor. Más joven. Más servicial. Más esbelta. Casi anoréxica. ¡Cómo cambian los gustos con la edad! Ahora vive feliz con su nueva TV de plasma de 50” HD Ready con TDT actualizable por antena, cuatro HDMI y trescientos canales vía satélite. Ya nunca sale de casa.





Autora: Anna


sábado, 15 de mayo de 2010

TENEMOS QUE HABLAR







La operación había sido un éxito. Se trataba de una operación sencilla, bastaba con extirpar un par de nódulos de las cuerdas vocales. Nada grave según le habían advertido antes de que la anestesiaran. Laura odiaba los hospitales, en concreto el Miguel Servet, los profesionales que vestían batas blancas, las series de televisión en las que aparecían médicos, el olor aséptico que impregnaba las habitaciones y sobre todo detestaba el verde de los camisones de la Seguridad Social.

El postoperatorio era indoloro, debía abstenerse de hablar una sola palabra en dos semanas y de cantar durante unos meses. Lo de cantar le traía sin cuidado, pero lo de hablar era un asunto más delicado. Su rutina apenas tenía momentos de silencio. Necesitaba comunicarse de una manera continua, expresar su opinión sobre cada asunto que captaba su atención aunque no le hubiesen preguntado. Para mitigar la frustración de no poder comunicarse se había comprado una imitación de pizarra Vileda y un rotulador, de los que se borran al pasar un trapito por encima, en una tienda de chinos del barrio de las Delicias. Mientras duraron los efectos de la anestesia soñó cuales iban a ser las primeras palabras que escribiría en la superficie blanca de la pizarra. Se despertó y vio a sus padres y a su novio Miguel que llevaba en las manos un ramo de flores caras. Levantó el pulgar para hacerles saber que se encontraba bien. Le preguntaron varios detalles de la operación de los que no tenía ni idea, parece mentira que no tuviesen en cuenta que ella había estado dormida bajo los efectos de los anestésicos. Contestaba obviedades con buena letra, a cada pregunta su caligrafía empeoraba. A los diez minutos comenzaron las llamadas de teléfono a los móviles de sus parientes para interesarse por su estado de salud. Oía las respuestas que daban y le resultaba extraño que hablasen por ella y diesen una serie de detalles que estaba segura no había explicado en la pizarra que había comprado en los chinos. De repente Miguel le pasó su teléfono:



Es Noelia. Quiere saludarte y desearte que te recuperes lo más rápido posible-.



Laura puso cara de ¿Para qué me pasas una llamada? No ves que me acaban de operar. Cogió el móvil y escuchó en silencio



-Hola Laura, soy Noelia. Me da la impresión de estar hablándole a un contestador automático, la ventaja es que no se va a quedar grabado lo que te tengo que contar. Miguel y yo tenemos una aventura. No te ha dejado por lo de la operación pero cuando recuperes el habla se irá. Qué te mejores-.




Laura intentó contestar, insultar a Noelia y al mismo tiempo destrozar el ramo de flores caras que había comprado Miguel. No hizo nada,sabía que si forzaba la voz podía perder el habla para siempre y la necesitaba para pedir muchas explicaciones en quince días. Miguel, ajeno a la información que le habían ofrecido, se acercó a recoger su móvil. Laura lo miró con ojos de recién operada y escribió en la pizarra: No sabes las ganas que tengo de decirte un par de cosas al oído.


Autor: Jesús Cuartero




sábado, 8 de mayo de 2010

SE PASEABA...






Se paseaba desnuda por la casa, así conocí sus tatuajes y sus heridas.Hoy llevo una hora dibujándola, y no recuerdo su cara


Autor: Gabriel del Molino



jueves, 6 de mayo de 2010

A TODOS...




A TODOS LOS QUE OS INTERESA LA BIBLIOTECA DE BABEL...MANDAD MÁS RELATOS...

GRACIAS



sábado, 1 de mayo de 2010

BAJO LA LLUVIA









Esta ciudad donde nací no tiene mar y tampoco tiene puerto, sin embargo aquí todos somos marinos expertos; veleros que se pierden en un océano incierto para encallar en inciertas pasiones, ansiones que mueren en ese mar muerto. Algunos son poetas olvidados, otros son profetas exiliados y los que más intentamos pasar abandonados y desapercibidos dejándonos llevar por la corriente. Yo siempre fui barquita a la deriva hasta que una noche estalló una amarga tempestad que me quiso extraviar. Recuerdo un día gris en que el cierzo se detuvo por cortesía para dejar a las plomizas nubes descargar su mortal lluvia de plomo. Yo paseaba con mi chica por la Calle Alfonso cuando estalló la tormenta en su mirada, ese océano que hasta entonces había guiado mi travesía. En ese momento saqué un paraguas del bolsillo bajo el que nos resguardamos pero entonces ella olvidó proteger mi endeble corazón mientras sus frías olas brotaban de su boca y golpeaban sin remedio los arrecifes de sus labios. Así, bajo el paraguas y habiendo llegado al buen puerto de su barrio, me dio lo que ella bautizó “el último beso”. Salió de debajo del paraguas y se desvaneció en la cortina de humo de los coches, de los recuerdos y la lluvia. No recuerdo demasiado del resto de aquella lluviosa noche. Aunque la busqué no encontré luna alguna en el negro satén de la madrugada, tan sólo relucía en el recuerdo de sus pupilas. Recuerdo una botella, una última canción y una barra de bar que hacía las veces de astillero para barcos borrachos como yo. Tambaleándome volví a zarpar por el océano nocturno hacia el negro río que en su murmullo indiscreto parecía cantar su nombre y, como quien busca un lugar para descansar, recuerdo que navegué hacia la otra orilla. Entre las destartaladas casas del arrabal creí encontrarme perdido en ciudad extraña pero fue allí donde en esta misma ciudad de exiliados profetas y olvidados poetas decidí ser un descarriado escultor, forjador de sueños en lugar de palabras. Allí, clavado en mitad de la noche más aciaga, ví brillar la torre de La Seo como un faro en medio del caótico océano y su luz me guió en el viaje de vuelta a casa. A partir de entonces no esculpí nada bueno ni digno de rescatar aquí hasta que un buen día, recordando aquél último diluvio, se me ocurrió representar a dos amantes caminando abrazados bajo un paraguas resguardándose de sus propios peligros. Hoy mi obra está emplazada en un destacado lugar del Paseo de la Constitución y así, cada vez que mi amada lo vea, sabrá que aquél último beso nunca existió; comprenderá que no tengo cincel para esculpir un último momento con ella, que la lluvia borró esa penúltima tormenta que asomó a nuestros labios.

Autor: Marcos Callau


viernes, 23 de abril de 2010

THE WINE LOVERS





Cuando Sonia se enteró que su marido le engañaba volvió a fumar. Hacía más de ocho años que se había terminado el último cigarrillo de una cajetilla de Royal Crown, todavía no incluía el anuncio que advertía que la nicotina puede ser perjudicial para la salud. Por el contrario cuando descubrí que Elisa me era infiel no volví a fumar, no lo había dejado nunca. A mí me dio por un deseo irrefrenable de pagarle con su misma moneda, de coleccionar amantes como quien colecciona sellos sin interés y los almacena desordenados en cajas de zapatos. Mi trabajo como representante me otorgaba libertad para la nueva afición. Confirmé lo que todo el mundo sospecha, Internet es el paraíso de los adúlteros. Bajaron mis ventas, pero no podía dejar esos encuentros ocasionales. Utilizaba el sexo como Sonia utilizaba el tabaco. Exprimía a mis contactos, calada a calada, hasta tirar las colillas donde cayesen, el garaje de una urbanización a las afueras, en un cercanías en el que no iba la calefacción o en los baños de un cine de reposiciones que olían a eucalipto.

Tras unos meses, el proceso de infidelidad se frenó. Se podría decir que comencé una relación estable con una protésico dental, que por deformación profesional tenía la sonrisa más bonita que he visto nunca. En alguno de sus días libres me acompañaba en mis viajes. Me gustaba contemplar el reflejo de su sonrisa en los espejos retrovisores. En una de nuestras escapadas aprovechamos que debía cerrar varios negocios por el Norte para visitar una bodega centenaria en Haro. La visita fue un auténtico coñazo, el guía se alargaba en explicaciones que no me importaban lo más mínimo. Sólo deseaba que terminase para poder pasar a la degustación de un par de vinos al final del recorrido por la bodega e irnos al hotel que había pagado con la Visa de la empresa. Para colmo había varios americanos que no dejaban de hacer fotografías y que esperaban una versión en inglés de las palabras del guía, lo que todavía hizo más tedioso el paseo entre barricas y tanques de fermentación. Dos horas después, llegamos a la sala de catas donde nos tomamos una copa y brindamos por algún motivo que he olvidado, pero que en esos momentos sería lo más importante del universo. Una de las americanas que llevaba una cámara que debía costar un riñón nos pidió permiso para sacarnos una foto. Consentimos, posamos como si fuese la primera foto que nos hacían juntos, de hecho fue la primera y única fotografía en la que aparecemos los dos.

Con el tiempo sucedieron dos cosas que cambiaron mi vida. La protésico dental se lió con un dentista y yo me reconcilié con mi mujer. De manera tácita ninguno de los dos reconoció que había mantenido una vida afectiva paralela. Todo funcionaba como antes, hasta que el Museo Reina Sofía programó una exposición retrospectiva de la fotógrafa Annie Leibovitz. En el cartel anunciador se apreciaba, a través del cristal de una copa de vino, a una pareja mirándose a los ojos. Se distinguía su sonrisa y mi perfil. En la fachada del Hospital de San Carlos cuelga una imagen nuestra de cuatro metros. Annie Leibovitz tituló a la perfección “The Wine Lovers”.





Autor: Jesús Cuartero


sábado, 10 de abril de 2010

LA PENÚLTIMA VEZ.





Volvió a redactar una carta de despedida. Una vez más.Retomó la dulce melancolía, y con cariño, abrazaba una a una cada palabra antes de dejarla impresa en el papel.
Pausaba el bolígrafo, miraba más allá de la ventana. Se dejaba sin prisa bañar por una idescriptible sensación de pasados lejanos, de veranos adolescentes, o de recuerdos nítidos y brillantes de hacía apenas tres meses.
Tenía clarísimo que era el final. De nuevo. No tenía sentido prolongarlo más. Hacía tantos años que habían escrito el final que estaban irremediablemente alejados de cualquier opción. No había resquicio alguno para huir a ninguna parte. Eran universos dispares y lejanos, inmiscibles. Nada podía justificarse ya en el amor. En este amor. Inmenso, irracional, inabarcable, intenso. Tan carente de fundamento en estos momentos.

Que no hubiera manera de sacurdírselo de encima no lo hacía justificable, ni siquiera real. Había llegado el momento. Era el momento de cerrar por derribo. Cerró los ojos.
Una lágrima venció por fin la barrera de pestañas...y con ella, sus dedos, desgarraron por penúltima vez en pedacitos minúsculos la nota.




Autora: Mme Pompidou




sábado, 3 de abril de 2010

FISURA





El silencio se albergó entre los dientes y se hizo fuerte en la barricada. La lengua no pudo más que esperar la ofensiva cuando los labios se abrieron… dulces…y la mandíbula dibujó un meandro soberano. Bésame…




Autora: Laura Gómez Recas


viernes, 26 de marzo de 2010

A FLOR DE PIEL





No lo soportaba más y dejó caer la piel. El dolor de su cuerpo en carne viva era más soportable que el vacío de aquella lascivia eternamente insatisfecha. Media arroba de piel quedó en el suelo, plegada caprichosamente como un ligero vestido de noche junto a sus pies. Ahora sí. Ahora sí podría amar, aligerada de aquel enfermizo deseo carnal. Nunca supo, antes de morir hueca de amor, que la piel sólo era una humilde vasalla de la lujuria. Y que ésta habitaba en otro lugar.



Autora: ANNA



domingo, 21 de marzo de 2010

ME PEDISTE UN RECUERDO





Me pediste un recuerdo, y no sabía que traerte. Pensé en traer la sombra de la encina que nos cobijaba para el verano en la plaza, pensé que sería bonito llevarte un pedazo del tejado de la iglesia, o el charco de la fuente de la alameda. Hasta quería haber cogido el sonido de las manzanas cuando caían maduras por el prado. O la mirada perdida del gato de doña Enriqueta, que siempre te ronroneaba cuando pasabas,¿te acuerdas?. ¡Pensé en tantas cosas!. Que al final no sabía quehacer. Por eso hice este poema, y espero que te guste, porque todo lo que me traía recuerdos de ti, lo he dejado encerrado en un baúl, y la llave la tiré al fondo del río, donde nos bañábamos cuando en verano, nos apretaba el calor.




Autor: Gabriel del Molino



sábado, 13 de marzo de 2010

HAY DÍAS EN QUE TODO SON NÚMEROS





Las siete. Dos cafés y una ducha.
Cinco minutos de placer y veinte de prisas. Atasco. Lluvia. Sonrisas. De dientes a ojos. Nada nuevo.
Me pierdo el cielo de las diez, lucho contra cinco infiernos; salto a la comba con mi abuelo. Seis segundos. Suspiro. Sigo.

El corsé me aprieta tanto que me brilla el ombligo. Quince pelos y cuatro pestañas se suicidan sin despedirse.
Inicio. Apagar.
Enciendo un cigarrillo.
Se me cae el libro. Piso la colilla y la dedicatoria. No encuentro la estación de los bostezos de las tres, pero recuerdo quién me enseñó los números.
Hoy le diría que se "lució" conmigo.




Autora: Silberia



viernes, 5 de marzo de 2010

NO ERA MAL TIPO







No era mal tipo. Se contaban entre sus debilidades las raciones de madejas y de criadillas que preparaban todas las tardes en el bar de abajo y las magras con tomate que con tanto esmero le cocinaba su mujer, las cuales ingería con entusiasmo y voracidad, hasta dejar el plato completamente limpio. Llevaba siempre las camisas llenas de manchones y no le importaba bostezar en público sin llevarse siquiera la mano a la boca. Pero siempre cedía el asiento a los mayores en la consulta del médico y se preocupaba de subirse la cremallera del pantalón cada vez que salía del váter. También solía frecuentar el club que había en uno de los bajos de su calle y formaba una pareja estupenda con Manolo Esnaola en las partidas de guiñote que todos los sábados y domingos tenían lugar en el bar de Benito. Pero era un trabajador aplicado y constante, de los que siempre responden cuando el jefe los necesita. Algunas tardes –las menos– bebía más vasos de vino de la cuenta y eso acentuaba su agresividad y su mal carácter. Pero todos los años, por el cumpleaños de su madre, le enviaba un ramo de flores a la residencia y cada semana, religiosamente, le compraba el Diez Minutos a su mujer. Y es que hay cosas por las que, por encima de todo, un hombre merecería ser recordado siempre.




Autor: Carlos Manzano



sábado, 27 de febrero de 2010

A LA LUZ DEL FLEXO







Nunca debí escapar de sus brazos, ni marchar de esas manos que me entendían y sabían acariciarme como yo quiero, nunca debí huir de aquél que me supo valorar. Pero así soy yo, siempre tan valiente y sin miedo a nada. Quería probar emociones nuevas y un nuevo estilo más acorde con estos tiempos, el viejo ya me tenía aburrida siempre empezando cosas que nunca llegaba a terminar. Una se cansa y se deja llevar por el instinto, por el primero que pasa y te engatusa con sus ganas de tocarte. Me olvidé del pasado, de todos los sentimientos y despojada de ellos aposté por una nueva vida con la promesa de nunca más volver la vista atrás. Después de todo, el cementerio está lleno de estatuas de sal demasiado sentimentales. Yo sólo pensé en avanzar, avanzar y seguir avanzando al ritmo que marcaba mi nuevo dueño. Seguí avanzando ciegamente hasta tropezar con el día de hoy que me encuentro aquí conmigo misma, pensando si realmente todo esto ha servido para algo o simplemente ha sido pura autodestrucción. Mientras mi amante anterior se acercaba a mí con suavidad, éste me posee brutalmente… aunque yo no quiera. Mientras uno me acariciaba con delicadeza, éste me pulsa a golpes, me aporrea y me maltrata. Esta noche, a la luz del flexo, sólo soy una vieja y seca máquina de escribir de segunda mano soñando con que regrese mi antiguo poeta.


Autor: Marcos Callau Vicente


sábado, 13 de febrero de 2010

EL ERROR DE MARCIAL BLANCO





Ayer murió Marcial Blanco. Si algo puedo decir de él – y le conocía bien-, es que era un escritor frustrado. Aún más exactamente era un no escritor. Marcial tenía fe en la escritura. Creía que las palabras podían generar mundos paralelos y sin control. Pienso muchas historias, decía él. Cada minuto cantidad de pensamientos pueblan y despueblan mi mente. Le hubiera gustado comunicarlos. Pero no se atrevió nunca a escribirlos porque era un hombre temeroso. Sobre todo temía la muerte. Así que nunca escribió ni una sola palabra. Sin embargo, hoy ya sé que no tenía razón. Si la hubiera tenido Marcial Blanco no se hubiera muerto tan joven. En realidad, no se hubiera muerto nunca.



Autora: Luisa Miñana



sábado, 6 de febrero de 2010

EL TREN DE LA ...







Quería hacer muchas cosas, tal vez no podría todas, pero cuantas más hiciera mejor, el viaje era muy largo y el tren comenzó su trayecto con mucha lentitud, podía recrearse admirando el paisaje, la luna, las estrellas...
Sin saber cómo, y sin ser consciente del tiempo transcurrido, se encontró de pronto en un tren de alta velocidad, vio que faltaba poco para llegar al final del viaje, no había hecho nada, o casi nada, de lo que tenía programado, ya no había vuelta atrás, había perdido todas las oportunidades, sintió una gran desesperación y deseó llegar cuanto antes a su destino, cerró los ojos y saltó del tren cuando éste había alcanzado la máxima velocidad.


Autora: Luna Domingo




viernes, 29 de enero de 2010

YA NO LLOVÍA





Observaban nubes, mientras sus espaldas descansaban sobre la hierba. Estaban solos. Un torrente se enjaretaba en un cordón blanco y volador para terminar chocando con desorden en un remanso. Sus brazos se rozaron y ella notó cómo se erizaba el vello de su antebrazo. Entonces, le ofreció la palma de la mano y se entretuvo un rato jugando con los dedos de él. Ella miraba una nube con forma de dragón, él tenía cerrados los ojos. Ella algodonó su boca. Él miró los ojos de ella e hizo girar su cuerpo. Avanzaban lentamente el uno hacia el otro cuando el agua del dragón comenzaba a llover. Ella intuyó un ruido extraño, cada vez más fuerte…Sí, era la cerradura. Su mirada se abalanzó sobre su muñeca. El reloj de pulsera marcaba las ocho y media. ¿Cómo no se había dado cuenta? ¡La cena sin hacer! Se enfadará. Desde sus párpados amoratados una gota se precipitó. Ya no llovía. Cerró el libro de un golpe y lo escondió en un cajón. Se puso el delantal. ¡Hola, cariño! Me has pillado entrando en la cocina.





Autora: Laura Gómez Recas


sábado, 23 de enero de 2010

Querida L :






Querida L:

Como no he sido capaz de confesártelo asomado al balcón de tus dulces reproches, he decidido escribir esta carta. Ciertas son tus sospechas. Después de tanto tiempo, aún sigo dudando. Es curioso. Nos conocemos desde hace veintiocho años, aunque seguramente quise quererte ya antes, y desde entonces, por alguna extraña razón, la duda se instaló en mí. No es tuya la culpa. Algunas veces me veo, a escondidas y abochornado, registrando tu cartera. Sé que no está bien, pero me avergüenza aún más admitir mi desazón. Ni siquiera después de que aquel juez decidiera, diez años más tarde, que a partir de entonces seríamos marido y mujer -¡como si a mí me importara su opinión...!-, quedé curado de incertidumbre.

Ayer volví a hacerlo. Podía habértelo preguntado sin más.¿Otra vez? Pero no. No lo hice. No quise que supieras que seguía siendo incapaz de repudiar a la duda. Cuando vi el bolso abierto sobre la mesa, no pude resistirlo. Nervioso, saqué tu cartera. En la segunda planta, sobre la madera del primer peldaño, sonaban ya tus pasos. Como un heraldo que anuncia la llegada de su graciosa majestad. Encontré lo que buscaba. Volví a guardarlo, temblón y torpe, en el mismo compartimento que mis nervios habían encogido de repente. Antes de que tus pies, que ya se intuían por entre los barrotes de la barandilla, te apearan junto a mí, todo quedó de nuevo en su sitio. Bueno, todo menos la duda. Aquella fecha en el dni la disipó. ¡Tu cumpleaños era, es, el quince de Julio y no el veinticinco! ¡Maldita sea! Nunca entenderé por qué todos los años, desde que te conozco, brinco angustiado entre esas dos fechas sin saber en cuál posarme definitivamente. Nada pasó en mi vida un veinticinco de Julio que me haga confundirlas. Al menos nada más importante que tu principio.

Pero es lo que tiene que todos los días a tu lado sean especiales ¿cómo distingues unos de otros, tan iguales y tan mismos? Sé que la costumbre es felicitar a quien los cumple, pero a estas alturas ya tendrás noticia de mi alergia a lo políticamente correcto. Así que permite que me felicite tu cumpleaños y que seas tú la regalada. Aunque sólo sea porque siempre hueles a ti. Porque tu mirada me sigue refrescando en sus verdes aguas. Porque aún se te emociona la piel cuando me intuyes inmediato. Porque nunca exiges nada. Por todo eso, porque te quiero y por este cobarde egoísmo mío, que necesita que cumplas muchos más. Que siempre cumplas uno más para que mi lunario no te alcance. Para no tener nunca que olvidar tu ausencia. Para que jamás me falte tu sonrisa. Para que te quedes tú cuando, al final de nuestro aún lejano invierno, juguemos al escondite por última vez.

Tal día como hoy, diecisiete años antes de conocernos, comenzaste tu viaje por la vida. Me felicito por ello. Gracias por regalarte a mí todos los días. Hoy estás un año más hermosa.






Valencia a veinticinco quince de Julio de 2009




P.D.: Cariño, como esta mañana cuando me marché aún estabas dormida -¡y tan guapa!-, te recuerdo que hoy sí voy a comer a casa y que luego, por la tarde, vamos a Mediamarkt a comprar el aparato de la cera para que el niño se quite los pelos de las piernas. ¡Valiente mariconada!. ¡Ah! Y que el regalo, el de verdad, se me ha olvidado comprártelo, pero como sé de tu desapego por lo material -así me lo dicen los extractos bancarios-, estoy seguro de que no te importará.



Autor: Anónimo ( desea serlo)



sábado, 16 de enero de 2010

EL ÚLTIMO DÍA







Al atardecer de este día, he cerrado los ojos de la penúltima persona que quedaba viva sobre el planeta. El cielo es naranja y la tierra gris. Comienzo a caminar, mientras dispersas, intermitentes y aleatorias explosiones alivian el silencio de la eternidad.



Autora: Luisa Miñana

sábado, 9 de enero de 2010

Amantes





Saldremos besándonos de esa habitación de hotel, borrando a duras penas ese amargo presentimiento. Te habré amado por última vez en el amanecer, desnudo e irreal sobre la cama revuelta.


Después, en la autopista, no dejaremos de recordar que hicimos nuestro el sueño, y regresará de nuevo tu calor a mis labios, como este otoño extraño.
Creo que aceleraré y entraré en cada área de descanso, intentando detener con los coches esta última hora y media de nuestra vida. Me acercaré a ti sonriente, y me mirarás, de esa manera que me pierde desde siempre. Nos beberemos loca y apretadamente, sintiendo tu latido, como Cantábrico revuelto.


Sé que te amaré siempre por cada uno de estos irreemplazables instantes en que fuimos uno sólo, y quizás más si cabe, por cada uno que luchamos por olvidarnos.


Después, zarandeados abruptamente por la realidad, volveremos a subir a nuestros coches, y pagaremos el peaje....

Esta vez, la bifurcación de la autopista al llegar a Zaragoza albergará la respuesta evidente. Extenuados, aprenderemos de nuevo aquel viejo ritual para olvidarnos, trazando con palabras temblorosas esa conocida y estúpida letanía de excusas.

Autora: Mme Pompidou.



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