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sábado, 29 de mayo de 2010

DANAE BAJO LA DUCHA







Se quedó tendido sobre la cama, incapaz de moverse después de la larga sesión de sexo. Hacía unos minutos que oía el agua de la ducha bajo la que ella había desaparecido después de que él la hubiera convertido en una nube. Después de haber sido tan bien amada, que no tenía manera de recobrar su forma original. Y él se sintió conforme.




Autora: Luisa Miñana




sábado, 22 de mayo de 2010

LA NUEVA...



De un salto y dos zancadas se plantó ante él desde el otro extremo del salón. Puso sus brazos en jarras y se hizo la indignada. O quizás lo estaba. Comenzó a hacerle reproches. Que si en los últimos años se pasaba el día mirándola en silencio con cara de gilipollas. Que si nunca le dirigía la palabra. Que si ahora ni siquiera discutía con ella. Que si ya no le gustaba, con ese enorme trasero que tanto le sedujo el día que decidió invitarla por primera vez a casa. Que si cada dos por tres cambiaba de tema a golpe de mando a distancia y la dejaba con la palabra en la boca.

Angustiado por la situación, tomó una decisión. No estaba dispuesto a soportarla ni un minuto más y la arrojó por la ventana desde el décimo piso. Sin piedad. Después de treinta años, pensó, se merecía algo mejor. Más joven. Más servicial. Más esbelta. Casi anoréxica. ¡Cómo cambian los gustos con la edad! Ahora vive feliz con su nueva TV de plasma de 50” HD Ready con TDT actualizable por antena, cuatro HDMI y trescientos canales vía satélite. Ya nunca sale de casa.





Autora: Anna


sábado, 15 de mayo de 2010

TENEMOS QUE HABLAR







La operación había sido un éxito. Se trataba de una operación sencilla, bastaba con extirpar un par de nódulos de las cuerdas vocales. Nada grave según le habían advertido antes de que la anestesiaran. Laura odiaba los hospitales, en concreto el Miguel Servet, los profesionales que vestían batas blancas, las series de televisión en las que aparecían médicos, el olor aséptico que impregnaba las habitaciones y sobre todo detestaba el verde de los camisones de la Seguridad Social.

El postoperatorio era indoloro, debía abstenerse de hablar una sola palabra en dos semanas y de cantar durante unos meses. Lo de cantar le traía sin cuidado, pero lo de hablar era un asunto más delicado. Su rutina apenas tenía momentos de silencio. Necesitaba comunicarse de una manera continua, expresar su opinión sobre cada asunto que captaba su atención aunque no le hubiesen preguntado. Para mitigar la frustración de no poder comunicarse se había comprado una imitación de pizarra Vileda y un rotulador, de los que se borran al pasar un trapito por encima, en una tienda de chinos del barrio de las Delicias. Mientras duraron los efectos de la anestesia soñó cuales iban a ser las primeras palabras que escribiría en la superficie blanca de la pizarra. Se despertó y vio a sus padres y a su novio Miguel que llevaba en las manos un ramo de flores caras. Levantó el pulgar para hacerles saber que se encontraba bien. Le preguntaron varios detalles de la operación de los que no tenía ni idea, parece mentira que no tuviesen en cuenta que ella había estado dormida bajo los efectos de los anestésicos. Contestaba obviedades con buena letra, a cada pregunta su caligrafía empeoraba. A los diez minutos comenzaron las llamadas de teléfono a los móviles de sus parientes para interesarse por su estado de salud. Oía las respuestas que daban y le resultaba extraño que hablasen por ella y diesen una serie de detalles que estaba segura no había explicado en la pizarra que había comprado en los chinos. De repente Miguel le pasó su teléfono:



Es Noelia. Quiere saludarte y desearte que te recuperes lo más rápido posible-.



Laura puso cara de ¿Para qué me pasas una llamada? No ves que me acaban de operar. Cogió el móvil y escuchó en silencio



-Hola Laura, soy Noelia. Me da la impresión de estar hablándole a un contestador automático, la ventaja es que no se va a quedar grabado lo que te tengo que contar. Miguel y yo tenemos una aventura. No te ha dejado por lo de la operación pero cuando recuperes el habla se irá. Qué te mejores-.




Laura intentó contestar, insultar a Noelia y al mismo tiempo destrozar el ramo de flores caras que había comprado Miguel. No hizo nada,sabía que si forzaba la voz podía perder el habla para siempre y la necesitaba para pedir muchas explicaciones en quince días. Miguel, ajeno a la información que le habían ofrecido, se acercó a recoger su móvil. Laura lo miró con ojos de recién operada y escribió en la pizarra: No sabes las ganas que tengo de decirte un par de cosas al oído.


Autor: Jesús Cuartero




sábado, 8 de mayo de 2010

SE PASEABA...






Se paseaba desnuda por la casa, así conocí sus tatuajes y sus heridas.Hoy llevo una hora dibujándola, y no recuerdo su cara


Autor: Gabriel del Molino



jueves, 6 de mayo de 2010

A TODOS...




A TODOS LOS QUE OS INTERESA LA BIBLIOTECA DE BABEL...MANDAD MÁS RELATOS...

GRACIAS



sábado, 1 de mayo de 2010

BAJO LA LLUVIA









Esta ciudad donde nací no tiene mar y tampoco tiene puerto, sin embargo aquí todos somos marinos expertos; veleros que se pierden en un océano incierto para encallar en inciertas pasiones, ansiones que mueren en ese mar muerto. Algunos son poetas olvidados, otros son profetas exiliados y los que más intentamos pasar abandonados y desapercibidos dejándonos llevar por la corriente. Yo siempre fui barquita a la deriva hasta que una noche estalló una amarga tempestad que me quiso extraviar. Recuerdo un día gris en que el cierzo se detuvo por cortesía para dejar a las plomizas nubes descargar su mortal lluvia de plomo. Yo paseaba con mi chica por la Calle Alfonso cuando estalló la tormenta en su mirada, ese océano que hasta entonces había guiado mi travesía. En ese momento saqué un paraguas del bolsillo bajo el que nos resguardamos pero entonces ella olvidó proteger mi endeble corazón mientras sus frías olas brotaban de su boca y golpeaban sin remedio los arrecifes de sus labios. Así, bajo el paraguas y habiendo llegado al buen puerto de su barrio, me dio lo que ella bautizó “el último beso”. Salió de debajo del paraguas y se desvaneció en la cortina de humo de los coches, de los recuerdos y la lluvia. No recuerdo demasiado del resto de aquella lluviosa noche. Aunque la busqué no encontré luna alguna en el negro satén de la madrugada, tan sólo relucía en el recuerdo de sus pupilas. Recuerdo una botella, una última canción y una barra de bar que hacía las veces de astillero para barcos borrachos como yo. Tambaleándome volví a zarpar por el océano nocturno hacia el negro río que en su murmullo indiscreto parecía cantar su nombre y, como quien busca un lugar para descansar, recuerdo que navegué hacia la otra orilla. Entre las destartaladas casas del arrabal creí encontrarme perdido en ciudad extraña pero fue allí donde en esta misma ciudad de exiliados profetas y olvidados poetas decidí ser un descarriado escultor, forjador de sueños en lugar de palabras. Allí, clavado en mitad de la noche más aciaga, ví brillar la torre de La Seo como un faro en medio del caótico océano y su luz me guió en el viaje de vuelta a casa. A partir de entonces no esculpí nada bueno ni digno de rescatar aquí hasta que un buen día, recordando aquél último diluvio, se me ocurrió representar a dos amantes caminando abrazados bajo un paraguas resguardándose de sus propios peligros. Hoy mi obra está emplazada en un destacado lugar del Paseo de la Constitución y así, cada vez que mi amada lo vea, sabrá que aquél último beso nunca existió; comprenderá que no tengo cincel para esculpir un último momento con ella, que la lluvia borró esa penúltima tormenta que asomó a nuestros labios.

Autor: Marcos Callau


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