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sábado, 24 de septiembre de 2011

UN MAL ESPEJO










"No", le dijo ella mirándole a los ojos. Él fue incapaz de sostener aquella mirada, y se empañó olvidando que la misión de un buen espejo es apoyar las decisiones de quien se refleja en él. Por eso, cuando el teléfono sonó y siguió sonando hasta que no sonó más, ella sacó a ese mal profesional a la calle y lo hizo pedazos antes de abandonarlo junto al contenedor de basura.





Autora: Ana Tortosa





sábado, 17 de septiembre de 2011

CALLE ABAJO













Una noche de diciembre Elena terminó de recoger la vajilla, se puso el abrigo y en zapatillas bajó despacio las escaleras para tirar la basura al contenedor. Al pisar la acera echó a andar calle abajo con su bolsa de basura en la mano y anduvo y anduvo.
Su familia llenó la ciudad con la foto de su rostro ajado, que los meses, el sol y la lluvia terminaron por desvanecer. Pero Elena no volvió.






Autora: Pilar Aguarón

sábado, 10 de septiembre de 2011

UN BUEN MOMENTO















No para de sangrar tumbado en el suelo boca arriba, la vista se le nubla. Piensa que lleva más de veinte años patrullando las calles, ayudando a sus conciudadanos, atrapando malhechores. Su trabajo le hace tener la conciencia tranquila y sentirse orgulloso. Esa entrega ha sido la causante de no haber visto crecer a sus dos hijos y de haber perdido a la mujer de su vida. Pobre Marcela, no aguantó las noches en vela, los avisos de media noche, los sustos y las llamadas desde el hospital. A los desvelos se sumaron los celos, no siempre infundados, y el olor a alcohol que impregnaba el uniforme. Ya sólo le queda su gran pasión: ser policía. El compañero le grita que no cierre los ojos, que aguante, pero Fernando piensa que es un buen momento para morir.






Autora: Anabel Consejo





sábado, 3 de septiembre de 2011

DUROS










Y los que intentan ir de duros tienen ese punto de ternura cuando adviertes en sus ojos todo el peso de la duda, del abatimiento. Grandes acumuladores de frustraciones, evitan expresarse por cansancio prefiriendo un silencio que no alivia, más bien todo lo contrario. Y resulta que la fe desaparece rápidamente, la esperanza se desmorona con motivo, basta una mirada, una palabra no dicha a tiempo, un mal gesto, un no cuidar al otro. De pronto lo ves claro y te invade un cruel ramalazo de ira al pensar en tu absurda candidez en este turbio y desangelado mundo. Sonríes disfrutando de tu soledad, arropándote en ella y descubriendo finalmente que a veces, es la mejor compañía.





Autora: Andrea Paparella

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