Y me apasiono por todo… ¡Culpa tuya, mujer!
De un tiempo a esta parte el pecho lo tengo desgajado. Carne lacerada abierta al mundo, por la que igual se me cuela lo vivo que lo muerto, lo que está por venir, de lo que ya se fue.
Desde que te siento, mi piel de tambor retumba con la mera proximidad de unos labios y vibra de emoción con cada soplo de aliento que percibe cercano. Lloro sin más motivo, rezo con devoción al dios de los paganos y expío mis culpas latido a latido.
Tengo las manos ensangrentadas de abrazarte y mi espalda, surcada de las cicatrices que el pasado me dejó impresas, siente el latigazo nocturno de tus dedos al juguetear con mis costuras, y nota como aquellas marcas desaparecen con el tacto lascivo de tus dientes.
Ahora las espinas duelen menos de lo que dolían cuando se incrustaron en mis sienes recordándome que sólo soy carne.
Pido beber y me das tu sexo.
Es la hora de la pasión, de verter ardientes regueros de cera sobre tus pechos, de mimosos silencios y de febriles llantos.
Mi alma ya no duele, sólo vive. ¡Culpa tuya, mujer!.
Autor: Raúl Ariza