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sábado, 28 de abril de 2012

MURALLAS




En los alrededores de aquel monasterio estaban los restos de gran parte de mi familia. Llevaban enterrados mas de doscientos años. Mi padre siempre me dijo que algún día recuperaría esa tierra, pero yo no lo tenía tan claro. La semana pasada tuve que ir a hablar de nuevo con el abad. Su percepción de la historia es muy distinta a la mía. No entiende que los años de lucha han acabado hace años, que ya no somos enemigos de la iglesia. La muerte de mi padre marcó el final de las enemistades. Ni mi hermana ni yo vemos sentido a esas reyertas cuyo origen se pierde en el tiempo. Pero el abad solo se fía de los libros. Una extraña ley de hace años, obliga a enterrar a todos los muertos de la comarca dentro de las murallas del monasterio, y no están dispuestos a cambiarla. Hoy, con mi hijo, me he acercado a una de las paredes de la muralla. Vamos a derribarla. Luego, que los muertos elijan en que lado quieren estar.




Autor: Gabriel Molino





sábado, 21 de abril de 2012

RELATO







YA se iba a la cama cuando se le ocurrió aquel relato genial y ya no durmió en toda la noche (le resultó imposible desprenderse del asiento) escribiéndolo. En la mañana leyó con emocionada voz el texto ya del todo concluido a su mujer (una taza de humeante café en la mano) que fue viendo con creciente interés cómo la vida de ambos se describía de forma minuciosa en aquellas páginas memorables. Al final, con un júbilo y regocijo infinitos, tal como el cuento describía en su magistral desenlace con asombrosa verdad, los dos quedaron incorporados a su trama sutil.


Autor: Carlos Enrique Cabrera


sábado, 14 de abril de 2012

LA METAMORFOSIS DE GREGORIO SAMSA








La culpa pareció dejar de doler cuando se convirtió en costumbre. Los días se fueron transformando en semanas y luego en meses y en años, que sin saber cómo empezaron a contarse por lustros y luego por decenios.
Pero la herida abierta en su memoria al recordar a Vesna y aquellos encuentros fugaces y casi clandestinos, en el pequeño café cerca de la ribera izquierda del río Miliatska, no ha cicatrizado todavía, bien al contrario, con el paso del tiempo ha vuelto a sangrar y el remordimiento se ha transformado en interminables noches de insomnio.
Aquellos quince días de febrero de 1984 en Sarajevo fueron para él su país de las maravillas, pero Alicia ya no está; porque también se espantó de tanta contrariedad, del mucho silencio que creció tras el ruido de la batalla y del odio. Tan distinto todo a aquellos días olímpicos de risas blancas y de luminosas mañanas azules de tul y algarabía.
En la despedida, una brisa helada azotaba sus rostros y en los ojos verdes de Vesna se reflejaban los anaranjados de la puesta de sol.
 Me gustan los paisajes verdes — dijo ella, con la mirada perdida en aquel inmenso paraje blanco, que ocho años más tarde se transformaría en un erial de tristeza infinita y de desolación. Naturaleza muerta de cenizas y guerra.
Ahora ha vuelto a Sarajevo sólo para encontrarla, quizá ya sea demasiado tarde. Busca la mirada dulce de Vesna en los rostros cansados de todas las mujeres con las que se cruza entre los puestecillos de flores, amontonados al cobijo de los muros, salpicados de balazos y de metralla, de lo que ahora sólo son las ruinas de la grandiosa biblioteca, incendiada en las primeras semanas del conflicto en 1992.
Deambula por la ciudad sin rumbo, mirando las fachadas que no reconoce. Poco a poco arrecia la lluvia que resbala por las cornisas formando caprichosas cortinas que salpican con fuerza sobre el empedrado. Está empapado y siente frío. Se adentra en el casco antiguo de calles tortuosas de casitas bajas de madera y piedra, sembradas de pequeños escaparates de abalorios y de libros antiguos. Por esas calles vivía Vesna, ¿pero dónde? Nunca lo supo, nunca se lo preguntó, porque su idea era olvidarla y nunca supuso que veinticinco años más tarde todavía perduraría en su memoria su rostro aniñado y su piel transparente de melocotón blanco.
Se detiene abatido ante una librería de libros antiguos, la mayoría con títulos escritos en la complicada grafía bosnia. En un rincón descubre uno en alemán que reconoce enseguida “Die Verwandlung”, a la cabeza le vienen las primeras frases del relato de Kafka traducido al español:
"Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto".
Siempre le inquietó la metamorfosis que sufrió el desdichado tendero, ahora descubre el porqué. Levanta los ojos y ve su imagen reflejada en la vidriera del escaparate. Su rostro ajado, su mirada cargada de soledad y de remordimientos... Ahora ya lo sabe.






Autor: Pilar Aguarón




sábado, 7 de abril de 2012

AMADOU, EL REY





Lleva un par de años barriendo las calles y está contento, pese a todo.
Sólo tiene una ambición, quiere ser rey.
Rey, aunque sea por un día.
Es su sueño, al mirar la televisión o, simplemente, al cerrar los ojos y dormirse mecido por esa esperanza.
Sin embargo, cuando se refleja en el espejo sabe que no puede ser otro rey que Baltasar, el rey que saluda y sonríe a los niños desde lo alto de su carroza mientras les arroja caramelos. El rey con capa de armiño y un gran turbante de colores que baja luego y se deja besar en las mejillas; el rey que visita a los que están enfermos en el hospital; el rey que se sienta en la puerta del gran almacén donde venden juguetes y al que los niños acarician: un rey negro.
Este año Amadou ha hecho todo lo posible por ser el rey Baltasar. Después de una larga cola en el Ayuntamiento, han seleccionado pajes y conductores de camellos para el desfile del 5 de enero y ha rogado ser el rey Baltasar. Y lo ha conseguido.
Ahora solo espera que tras el beso de esa niña rubia que sus padres izan hasta su mejilla y los de quienes hacen cola con la misma ilusión, empiece a desteñir su rostro, como el de todos los reyes Baltasar que ha visto desfilar desde que llegó a este país.
Desteñir, hasta quedar blanco.




Autor: Fernando Ainsa



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