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sábado, 27 de noviembre de 2010

LA CURVA





La visibilidad era casi nula. Se había echado una niebla densa, casi moldeable. Caminaba por la orilla de la carretera.
Oía las olas que rompían en el acantilado, y a las gaviotas luchar nerviosas por los restos del pescado de la lonja. Ya se podía decir que había amanecido.
Al llegar a la curva, abrí la urna y posé las cenizas sobre la hierba. Hacía 48 horas que él había pasado por esa misma curva, con la misma niebla, y los mismos sonidos cercanos, pero no pudo pasar de allí. Una ironía que su última voluntad escribiese que depositase sus restos en el lugar que nos besamos por primera vez.








Autor: Gabriel del Molino









sábado, 20 de noviembre de 2010

AROMAS





El paisaje se atropellaba fugaz a través de la ventanilla del tren. Así mismo se sucedían los recuerdos en la mente de Bruno que, en silencio, seguía maravillado pensando en lo real que parecía Elena en su ausencia. Recordaba el olor de su piel, su sabor y cómo todos los días, al acostarse sin ella, en las manos aún guardaba un rumor de su perfume. El viaje había sido preparado para dos pero Bruno tragaba kilómetros de vía absurda con una butaca vacía a su lado y un billete de ida quemándose en su bolsillo. Siempre que el tren se sumergía en la espesa negrura de un túnel la mente de Bruno se fundía en ese insólito momento en que Elena no apareció por la estación. Al salir del túnel la estación se desvanecía y daba paso a la realidad. En el móvil temblaba el mensaje de un buen amigo:“No te emborraches que estás en una ciudad desconocida”, rezaba.

Una vez en la ciudad desconocida, Bruno se dirigió al Hotel de lujo y se perdió en la inmensidad de una cama de matrimonio. A pesar de todo se comportó como un turista. Visitando monumentos y conociendo el lugar consiguió sobrevivir a la soledad. Pero fue en su último día de estancia en aquella ciudad cuando, sin saber por qué, el perfume de Elena invadió completamente la calle por donde paseaba. Fue tan real que hasta le pareció verla. En ese preciso instante Bruno se giró y gritó su nombre. La calle, sin embargo, seguía vacía y las paredes grises hicieron rebotar su grito de forma despiadada. Efectivamente, podría haber sido ella que llegaba tarde a su cita pero que llegaba finalmente. Pero no. Sólo fue el viento que, apiadándose de Bruno, envolvió en sus brazos un último beso que ella estaba regalando a kilómetros de distancia. Bruno nunca consiguió olvidar esa calle ni ese último encuentro.



Autor: Marcos Callau



sábado, 13 de noviembre de 2010

ROJO VALENTINO






Se me acercó en medio de la fiesta. Hola, soy la Muerte, la Muerte Roja. Acaba tu martini, vengo a buscarte. Apuré el trago. Listo, le dije. El resto de los invitados nos miraron al salir, muertos de envidia. No pude evitar sentirme afortunado. Por una vez me iba con la más bella.




Autora: Patricia Estebán




sábado, 6 de noviembre de 2010

MEDITERRÁNEO







El rumor de su agua es suficiente para aplacar la tempestad porque el mar puede resultar bravo y cruel, pero cuando se mece en mi mente reposa en ella el yodo de su energía. Las yemas de sus olas suavemente cayendo sobre mi piel es hacen que me confunda con la serenidad que produce la naturaleza frente a mi alma de hormigón y el socarro valenciano que envuelve mis ojos.


Las burbujas se arremolinan en la orilla. Blanquecinas y chispeantes hacen amago de encontrar mis pies. Estos se estremecen pues aún el sol no ha templado su calidez.

El horizonte se desdibuja tras un fino velo y trato de recordar cuando ví por primera vez el mar en aquella infancia anegada en la oscuridad de los primeros años. Debió ser impactante y amoroso pues cuando estoy frente a él la paz me cae como una suave película vistiéndome de platas y azules y ayudándome a extender las alas para que mi corazón vuelva a brincar sobre el terremoto de la vida.








Autora: Anna









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