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sábado, 25 de septiembre de 2010

UN MAL DÍA PARA ESTAR SIN TI






Observo desganadamente el ir y venir de mis torpes y solitarios pasos. Observo los desgastados movimientos de mi cuerpo, la agitación de un pelo pajizo por culpa del viento, la dejadez de un aspecto tantas veces mágico. Mis ojos reprimen continuamente las desesperadas ganas de romper a llorar. Sé que si empiezo ahora, jamás podré acabar. Pero, ¿qué es aquello que, de forma tan esperanzadora, me obliga a seguir adelante? ¿Por qué no empezar a llorar, por qué no acabar con tanto sufrimiento?

No sé qué eres. No sé por qué me haces esto. Déjame, déjame llorar. No tengo nada que perder, porque ya lo he perdido todo. Deja que me convierta en un mar de melancólicas lágrimas, en el mar de la tristeza. Desaparece, para que pueda dejar de obligarme a dar cada uno de mis pasos, para que por fin mis temblorosas rodillas puedan caer, y con ellas, mi cuerpo, y mi alma.



Autora: Llanos Enguídanos




sábado, 18 de septiembre de 2010

BRENDA






Me enamoré de ella por su nombre: Brenda. No sé por qué, pero lo cierto es que aquel conjunto vibrante de fonemas me subyugó por completo la primera vez que lo oí. Pensé que tal vez me recordara a alguna fastuosa actriz de cine por la que en el pasado pudiera haber sentido una absoluta fascinación, pero por muchas vueltas que le di, no asocié ese nombre a ningún rostro conocido. Me retrotraje incluso a mi más tierna infancia, pero aquel esfuerzo se descubrió baldío cuando reparé en que hasta los catorce años sólo había asistido a colegios masculinos. ¿Alguna vecina, tal vez, de cuyos ojos vivaces hubiera quedado irremisiblemente prendado? Mi madre, que para las cosas del pasado posee una memoria extraordinaria, me aseguró no recordar a ninguna vecina que respondiera a tal nombre. Brenda: eso era todo lo que sabía de ella. Por eso la amaba. Y por eso sabía sin el menor género de dudas que jamás encontraría a nadie como ella.

Hubo un momento en que estuve a punto de descubrir quién se ocultaba realmente bajo esa elegante modulación vocal, tras aquella eufonía sugerente y alada, y de no ser por mi rapidez de reflejos, nada habría podido impedirlo. Porque justo cuando nuestra más distinguida cliente entraba al despacho, lancé al suelo uno de mis bolígrafos y de ese modo conseguí ocultar la mirada bajo la férrea estructura de la mesa. Por desgracia, no pude impedir que su voz llegara limpia y clara a mis oídos; entonces advertí que aquel leve y atildado timbre sólo merecía pertenecer a alguien que se llamara Sonia o Silvia o, en el peor de los casos, Lucía. El hechizo, como es fácil comprender, se desvaneció para siempre.





Autor: Carlos Manzano



sábado, 11 de septiembre de 2010

INSPIRACIÓN





Marcela, exhausta, no podía dejar de escribir. Un olor putrefacto a carne en proceso de descomposición no tardó en invadir la estancia. Afortunadamente su mano derecha seguía en buen estado y pudo firmar la novela.





Autora: Isabel González


sábado, 4 de septiembre de 2010

LA SECADORA



Vivo en un ático, mi puerta queda frente a la escalera que conduce a la azotea. Lavo a menudo y subo a tender allí, siempre que el tiempo lo permite.
Como trabajo en el turno de tarde, tiendo por la mañana y recojo la ropa por la noche.
Quedo con el vecino del bajo, vicepresidente de la escalera, hacemos el amor en el descansillo. Al terminar pliego la ropa, la dejo en el cuarto de la plancha y me acuesto a dormir con mi marido. Recientemente la empresa me mandó a Murcia, a un cursillo, mi marido esperaba impaciente mi regreso, coincidía con nuestro décimo aniversario de boda. Nada más llegar me vendó los ojos, a oscuras, me condujo de la mano para mostrarme ilusionado una doble sorpresa: había mandado cubrir la terraza de nuestro piso y adquirido una secadora. No habrá más aniversarios, me separo.





Autora: Arqui-loca


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