Contribuyentes

BUZÓN

Enviad vuestros relatos para que la biblioteca crezca

fsabadia@live.com

domingo, 26 de julio de 2009

LA LUZ ROJA





La luz roja se encendió e hizo desaparecer todo el tráfico estancado que rodeaba el coche donde estábamos tú y yo. El insolente murmullo de la muchedumbre se silenció y la ciudad gris se desvaneció en un beso que detuvo el tiempo. Pero ese carmín que sus labios no necesitan, por desgracia, siempre acaba cambiando al verde. Si yo fuera "semaforista" trucaría todos los semáforos de la ciudad para que siempre se estancaran en el color de sus labios y besarnos así eternamente. Pero, ¿qué puedo hacer yo?. El verde cruel siempre dura mucho más que el rojo de la pasión y nunca tengo tiempo en ese pequeño alto del camino de demostrarle todo lo que ella significa para mí. En cualquier caso es cierto que la sangre siempre deja más huella que cualquier otra mancha, aunque sólo dure un suspiro. La mancha verde, ésta vez, no es de verde esperanza sino verde de tu marcha. Si yo te diera verde algún día sería el verde mágico de la esperanza, color irlandés de una colina de Galway bañada por el sol. Pero volvámos al color encarnado que lo detiene todo, que me da luz verde hacia tus sentidos y se convierte en destellos de luz en nuestras vidas, que nos permite ser felíces y libres por unos segundos. Momentos breves pero imborrables que son huellas en nuestro corazón sin marea que las haga desaparecer porque el único mar que baña mi vida eres tú, oleaje que viene y se va dejando todos sus sedimentos en la arena de mi memoria. En rojo nos amamos apresuradamente y con prisas porque no tenemos tiempo para más. Luego llega ese triste naranja intermitente que anuncia tu marcha con su tic-tac de reloj despiadado. Se enciende y se apaga, viene y va, como los momentos buenos en mi vida, como la luz azulada y llorosa de un neón chisporroteando de dolor. Te veo marchar de nuevo y me quedo en la pena del verde mirando al negro de tu ausencia donde debe aparecer el rojo que me devuelva tu presencia".



Autor : Marcos Callau Vicente


domingo, 19 de julio de 2009

CONOZCO DE MEMORIA





Conozco de memoria el número de aquella madrugada en la que la vida me detuvo, frenó en seco, y viró de la única forma correcta . Aún a veces, cuando inexplicablemente te recuerdo, marco despacio uno a uno esos números vencida en el suelo de la noche. Imágenes sepias resucitan el cadáver de la que fui entonces.
Sé que Sion es tu recuerdo en este Matrix perfecto. El subsuelo ardiente queda preso de la acertada monocolor que tragaste. Soy tremendamente feliz, repiten en el baile de disfraces mientras impiden protectores que salga desnuda a la calle. ¿Estás loca? dicen.




Autora : Mme. POMPIDOU




domingo, 12 de julio de 2009

NUBES DE POLVO






Una nube de polvo y estruendo me trajo el primer recuerdo inesperadamente, de sopetón: consignas breves y primarias, eslóganes ridículos inflamados por la rabia y decenas de brazos rígidos como estacas elevándose amenazantes hacia el cielo. Fue al intentar refugiarme en el portal, sucio de sudor y de miedo, cuando me asaltó la segunda imagen: el rostro ensangrentado de un joven abatido y la mano enérgica, implacable, descargando todo su odio irracional. Mi vida entera ha sido una lucha constante por borrar toda mancha de mi biografía, por ocultar al mundo ciertas vergüenzas que hubieran impedido el reconocimiento y el éxito profesional al que al final he tenido acceso. Y tengo que decir que había logrado mi propósito sin muchas dificultades. Pero al caer de rodillas, tras ser alcanzado en los riñones por el bate salvaje de mi agresor, en mi cabeza se reprodujo como si lo estuviera contemplando ahora mismo el tercer y más indigno de los recuerdos: mi propia imagen patética, la camisa azul, las gafas oscuras, las botas de cuero, el pelo corto y las cadenas rojas de sangre pendiendo de mi mano derecha, reflejada en el escaparate todavía intacto de aquella vieja librería cuyas vitrinas teníamos la orden de destrozar. El golpe terrible, casi mortal, que recibí en el rostro justo en ese instante me impidió seguir escrutando en mi memoria. Aquel joven uniformado que me apaleaba con saña fue incapaz entender por qué, en vez de expresar el dolor más extremo o retorcerse en una mueca de pánico, mi rostro se adornaba de una sonrisa beatífica, inmaculada, reparadora, antes de verme inmerso en una profunda y delirante nube blanca de donde tal vez –según me pareció escuchar a uno de los enfermeros que me recogieron del suelo– no iba a poder volver a salir nunca más.



Autor: Carlos Manzano



domingo, 5 de julio de 2009

HE REGRESADO






He regresado. Como casi todos los años. He regresado a ese lugar anclado en el recuerdo desde mi niñez. De veranos casi interminables (los estudiantiles), de sol, de luz, de horarios un poco menos severos. Sólo un poco. Envidiaba profundamente a mis primas, que salían de casa sin hora de regreso.La playa infinita de arenas blancas. Los largos paseos por la orilla. Las dunas y esas plantas que crecen en ellas, con su característico olor. Los chillidos de las gaviotas mezclados con el ruido de las olas al romper. Hmmm... el aroma a mar... Se abren los pulmones. Y la brisa, siempre la brisa enredándose en los pasos, como lo hace el agua, y en la cara, en el pelo. Y cuando no, el nordeste, frío y desapacible.He regresado. Como casi todos los años. Los rostros familiares, un poco más gastados, más arrugados, más viejos. Me impresiona la visión de los estragos que ocasiona el tiempo en ellos. Me transporta de golpe ante un espejo, cual Dorian Gray ante su alma. ¿Por qué me impacta tanto la vejez? Me golpea la cercanía inexorable de la muerte.Hace algunos años que he comenzado a pensar en ella, en la muerte. A tenerla presente en cada pensamiento sobre mis seres queridos. Antes existía, lejana. Existía sin rozarme. Llegó la de mi padre y se quedó conmigo. Llegaron las salidas de mi hijo, las motos, los coches... y se instaló un poco más. Y ahora la pienso en cada rostro que miro y la pienso, a cada instante, en mí.Los abrazos, las sonrisas, la alegría, los "tan guapa como siempre" y los "por ti no pasan los años"... mientras mi mirada se hunde en los ojos profundos de la muerte.
Y quisiera detener el tiempo. Detenerlo para todos porque me da miedo lo que llegará después. Y los abrazo con ternura despidiéndome ya sin que puedan sospechar siquiera lo que yo siento.


Autora: Paloma




Seguidores

Todas las fotos son de internet