Mientras pasa la vida, un anciano con cabellos de plata se sentaba a contemplar como juguetean los niños del parque. Con la mirada perdida en el recuerdo, acariciaba la peluda cabeza de su fiel compañero.
Él... ausente, sonría vagamente. Fue un día como otro cualquiera, pero el cansancio de los años que cargaba a su espalda, tiraban inconsciente de su cuerpo hacía el suelo.Cada día le costaba más salir a sentarse bajo la encina, que él tanto amaba. Allí fué donde la beso por primera vez, donde cogió sus manos de porcelana, allí donde su sonrisa, le regaló un mundo de ilusiones.¿Y ahora que le quedaba...? Sino vagos recuerdos.Sus manos frías, sus bellos ojos azules perdidos en la inmensidad del destierro. Eso y un silencio perpetuo que le acompañaba siempre.Y él, tuvo que continuar su camino sin ella, mientras pasa la vida.La cama vacía, inmensamente sola, el olor en la almohada que desprendía su perfume, todo un vago recuerdo.Su único y fiel compañero de caminos, estaba tan cansado como él. Le costaba subir apenas los cinco escalones que separaban el portal de la puerta de entrada.Aquella tarde tenía frío, estaba especialmente melancólico, notaba la presencia cercana de su pequeña princesa como él la llamaba. Era un día gris, las nubes decoraban el cielo con unas intrigantes sombras, el sol escasamente alardeaba de su poder.Se puso en pie, para guarecer sus pensamientos entre las cuatro paredes de su casa. Allí, había confeccionado un mausoleo con pequeñas porciones de su vida.En el pequeño aparador de la entrada, una foto familiar, presidía el pasillo, más adelante el comedor y a escasos metros, la vieja mecedora donde ella tejía. Sobre la mesa de centro, un pequeño retrato, acompañado siempre de flores frescas. Él las recogía personalmente, una a una para regalárselas cada mañana.Era solo uno de los detalles frescos de luz de aquella pequeña estancia.Cogió la foto donde ella aparecía con sus hermosos ojos azules tan llenos de vida. Hoy... tan inmensamente profundos en su recuerdo y lo dejó sobre la cama.Acaricio la cabeza de su perro, con una ternura especial, le dijo que lo quería, que todo estaba bien. El animal lamió sus manos, él se dedicó a mirarlo fijamente a los ojos.Los dos entendían sin hablar.Se desvistió, se metió en la cama, siempre fría y se abrazo al pequeño retrato, el aire entraba por la ventana.¡ Aullaba!Comenzó a sentir una calma que estremecía, su interior. El silencio de repente inundó la habitación.Vio entrar por la ventana, una extraña silueta de negro vestida que le ofrecía la mano. A lo lejos la sonrisa de unos bonitos labios con vehemencia lo esperaban.El extraño ser, de tules negros como la noche y su abismal silencio lo derrotaban.Alargo la mano, se adhirió con un alhaja entre sus dedos. Amainaron sus miedos, su cansancio, y paso a paso se sentía rejuvenecer.Al final del camino; una luz blanca. Su pequeña princesa lo esperaba más allá de la luz. El pequeño perro, dormía profundamente a los pies de su amo.Mientras pasa la vida, el sol se dejó escurrir por la ventana.
Autora: Charo Caru
2 comentarios:
Charo, tu hermoso y tierno relato hace honor a su título, pues es así como pasa la vida. ¡Vivir para contarla!
Espero que estés bien, amiga. Un beso.
Una historia excelente, muy inspiradora, saludos
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