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sábado, 29 de enero de 2011

LUCIÉRNAGAS






Creyeron que lo peor era ese preciso instante de estruendosa negrura cenital. Para iluminarla susurraron sus nombres con voz temblorosa, apenas audible. La palabra es candil, pero no alumbraba lo suficiente. Avivaron la llama, conatos de caricias anhelantes, gestos crispados para verse sin luz. Tacto áspero convertido en ojo. El negro es la ausencia de todo color. Entonces recordaron sus contornos: amor rosa, sexo carmesí, melancolía violeta, infancia añil, amigos naranjas, desencanto marrón, ternura magenta, despreocupación verde, fiesta amarilla. Se hicieron resistentes, tenían tiempo suficiente para narrar matices, y cada día fabricaban destellos pese a no tener ni sombra.
Arriba, en la boca de la mina, los familiares continuaban alimentando una sonda con la inmensa claridad de la esperanza.



Autora: Arqui-Loca




1 comentario:

Marcos Callau dijo...

El final es estupendo porque explica todo el relato. Enhorabuena Arqui.

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