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sábado, 13 de febrero de 2010

EL ERROR DE MARCIAL BLANCO





Ayer murió Marcial Blanco. Si algo puedo decir de él – y le conocía bien-, es que era un escritor frustrado. Aún más exactamente era un no escritor. Marcial tenía fe en la escritura. Creía que las palabras podían generar mundos paralelos y sin control. Pienso muchas historias, decía él. Cada minuto cantidad de pensamientos pueblan y despueblan mi mente. Le hubiera gustado comunicarlos. Pero no se atrevió nunca a escribirlos porque era un hombre temeroso. Sobre todo temía la muerte. Así que nunca escribió ni una sola palabra. Sin embargo, hoy ya sé que no tenía razón. Si la hubiera tenido Marcial Blanco no se hubiera muerto tan joven. En realidad, no se hubiera muerto nunca.



Autora: Luisa Miñana



6 comentarios:

irene dijo...

Lo que más pena me da es lo irremediable del hecho, ya no podrá escribir esos pensamientos que poblaban y despoblaban su mente.
Un abrazo, Luisa.

ybris dijo...

Aprovecharé para decir aquí -más denso y exacto- lo que no acerté a hacer en "La arquitectura".
Hay algo que me hace caer bien a este no escritor que muere joven por temor a esa muerte que no le deja escribir.
Y es que las palabras nos prolongan por lo menos hasta el borde cercano de la eternidad.

Certera y bella reflexión.

Besos

Marcos Callau dijo...

Es una de esas reflexiones que te dejan pensando un buen rato. ¿Hay que escribir de lo que se teme para así librarse de ello?, ¿intentarlo al menos?. Tristemente bonito este relato, Luisa.

39escalones dijo...

"Marcial, eres el más grande", decía el pasodoble. Supongo que, en este caso, no tenía miedo a la muerte, sino a tener razón.
Besos.

Luisamiñana dijo...

Como siempre, los lectores saben más de lo que dice quien escribe que esa misma -digamos- escritora, temerosa ella (o no).

Sois únicos, amigos. Gracias a todos.

Laura Gómez Recas dijo...

Es una historia sobre el miedo. El miedo que le impide escribir-se y eso es sinónimo de morir-se porque él es un escritor lleno de palabras, un escritor, no-escritor. Al fin, la palabra es un apéndice de vida extraída de uno mismo. Por eso mismo nos sobrevive.

Felicidades, Luisa. Está claro que tú no padeces de la misma enfermedad que Marcial.

Besos.
Laura

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