¡Anda riéte un poco, que ahora nunca te ries!
¿porqué no me dejas tocarte las tetas?
¡Déjame acariciarte y besarte en la boca! dijo el marido tras años de silencio.
Mientras ella , timidamente, había comenzado a conversar incansablemente con otro hombre. Palabra a palabra imaginó el deseo esquivo. El goce de dejarse lamer por otra lengua, dejarse milimetrar la piel con la medida de otras manos. Sin ninguno de los dos, pero con la idea de este último, el conversador , llegó de nuevo al éxtasis.
Después de muchos párrafos se dejó humedecer por su saliva, lenta pero urgente, el tacto sutil, disfrutó del reconocimiento en el que se demoran los desconocidos carnales.
Incluso se le erizó de nuevo el bello con la promesa de una lujuria desacostumbrada, y por fin ambos, los amantes, alcanzaron esa pequeña muerte violenta y dulce, luminosa, pero muerte al fin.
Ella rió, rió mucho aquellas dos noches, dolorosamente breves y secretas. Succionó durante horas el placer de los labios de él. Ofreció generosa sus pezones al pincel ardiente de su boca, él le dibujó exquisitos ideogramas, que ella aún no ha olvidado. Las manos de su amante sobrevolaron su espalda, con un leve y prolongado aleteo eléctrico, ella separó lo pétalos, y él libó , libó sin oposición el cáliz nocturno de la flor del deseo recién florecido.
El se tornó mariposa, lástima que antes del partir ella solo fuese capaz de decirle:
¡anda dame dos besos!
Autora: Arqui Loca
Muerte, muerte al fin y al cabo. Me he quedado con esa expresión. Enhorabuena.
ResponderEliminar,,,la lengua de las mariposas,,,
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