sábado, 6 de noviembre de 2010

MEDITERRÁNEO







El rumor de su agua es suficiente para aplacar la tempestad porque el mar puede resultar bravo y cruel, pero cuando se mece en mi mente reposa en ella el yodo de su energía. Las yemas de sus olas suavemente cayendo sobre mi piel es hacen que me confunda con la serenidad que produce la naturaleza frente a mi alma de hormigón y el socarro valenciano que envuelve mis ojos.


Las burbujas se arremolinan en la orilla. Blanquecinas y chispeantes hacen amago de encontrar mis pies. Estos se estremecen pues aún el sol no ha templado su calidez.

El horizonte se desdibuja tras un fino velo y trato de recordar cuando ví por primera vez el mar en aquella infancia anegada en la oscuridad de los primeros años. Debió ser impactante y amoroso pues cuando estoy frente a él la paz me cae como una suave película vistiéndome de platas y azules y ayudándome a extender las alas para que mi corazón vuelva a brincar sobre el terremoto de la vida.








Autora: Anna









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