Augusto es un revolucionario convencido, mitin andante, despertador de conciencias, libertador de ilusos y sumisos. Ni grillos, ni moscas, ni perros se salvan de sus discursos libertarios, para todos tiene unas palabritas. Con las ovejas es muy distinto, con ellas se exalta, grita, se sale de sus casillas, tengo yo que sujetar su rabia ante las caras incrédulas y aborregadas de incredulidad de las merinas que no aceptan el genocidio de su raza, que no ven la sangre negra de sus cinceles homicidas.
Luego están las sirenas, tarea difícil, porque sus dulces cantos le confunden. Su mitin invitándolas a abandonar su sumisión y sus serviles cantos, se entrecorta por la somnolencia dulce y placentera que le induce a seguirlas. Ahí estoy yo, para salvarle de ser arrastrado a las profundidades por esas esclavas bellezas incapacitadas para la vida terrenal. Entonces un sopor dulce le mantiene en brazos de Morfeo unas cuantas horas. Cuando despierta, yo, su amigo, el dinosaurio más libre y paciente de la tierra,... todavía estoy allí.
Autora: Isabel González
Grande Augusto Monterroso.
ResponderEliminarInteresante tu visión Monterrosiana
ResponderEliminar,parece ser que una de las virtudes
de éste famosísimo micro consiste en las posibles vertientes diversas que a cada quien se le presentan,hay un artículo muy bueno al respecto en kika's blog .