Hasta siempre, Vladimir. Me despedí de él dejando caer el móvil en el cubo de fregar. Sonaba incesantemente desde que lo encontraron muerto. Yo fui la última persona que le llamó. El fantasma de la deportación apareció como una sombra helada a mis espaldas. Sopesé las alternativas y todas eran nefastas. Si me hacía cargo de su cadáver, me enviarían de vuelta a casa, sin papeles pero con sus cenizas. Pero no sucedería nada si no reclamaba su cuerpo, si no me hacía notar, si desconocían mi existencia.Lo siento cariño. Tú sabes que yo te quiero.
Autora: Elena Casero
Realmente sobrecogedor. Enhorabuena, Elena.
ResponderEliminarTan real como la vida misma (de los sin papeles)...
ResponderEliminarEstupendo, Elena.
ResponderEliminarPuede que nadie se percate de que una de las cosas más dolorosas es perder el contacto con lo que ya sabemos perdido.
Somos una madeja indescifrable, sobre todo ante la renuncia o el sacrificio.
Un abrazo,
Laura