Y me apasiono por todo… ¡Culpa tuya, mujer!
De un tiempo a esta parte el pecho lo tengo desgajado. Carne lacerada abierta al mundo, por la que igual se me cuela lo vivo que lo muerto, lo que está por venir, de lo que ya se fue.
Desde que te siento, mi piel de tambor retumba con la mera proximidad de unos labios y vibra de emoción con cada soplo de aliento que percibe cercano. Lloro sin más motivo, rezo con devoción al dios de los paganos y expío mis culpas latido a latido.
Tengo las manos ensangrentadas de abrazarte y mi espalda, surcada de las cicatrices que el pasado me dejó impresas, siente el latigazo nocturno de tus dedos al juguetear con mis costuras, y nota como aquellas marcas desaparecen con el tacto lascivo de tus dientes.
Ahora las espinas duelen menos de lo que dolían cuando se incrustaron en mis sienes recordándome que sólo soy carne.
Pido beber y me das tu sexo.
Es la hora de la pasión, de verter ardientes regueros de cera sobre tus pechos, de mimosos silencios y de febriles llantos.
Mi alma ya no duele, sólo vive. ¡Culpa tuya, mujer!.
Autor: Raúl Ariza
Se escapa un poco del estilo que nos tiene acostumbrados Raúl. Éste es mucho más poético que los demás relatos que le conozco.
ResponderEliminarSanti.
Y puedo asegurar que como este tiene muchos más en su otra etapa bloguera, una gozada para los sentidos nuestro Raúl.
ResponderEliminarNuestro amigo Raúl se ha tirado al barro de cabeza, lejos de la contención y de la elipsis a que nos tiene acostumbrados. Otro estilo, pero igual de directo, de intenso, de doloroso. Enhorabuena, maestro.
ResponderEliminarMuy bueno...
ResponderEliminarLa pasión amorosa y el calvario.
La narración es concreta y bella.
Un abrazo,
Laura
Enhorabuena Raúl por este texto tan "diferente" a tu estilo pero tan certero. Bendita culpa la de esa mujer.
ResponderEliminarSiete años más tarde, facebook me ha recordado esta entrada, y el gesto que tuviste tal día como hoy al publicar en tu blog este relato.
ResponderEliminarSaludos.