Ahí está su sombra (como cada día acude puntual a la cita no acordada) ya adelantándose a sus pasos, ya siguiéndolo con tenacidad y persistencia inconmovibles, ya colocándose a su lado como una igual, con el más absoluto descaro (y altanería e impertinencia) imaginable, demostrando de forma incontestable y palmaria cuán notables vienen siendo sus progresos en el desarrollo de una voluntad propia y cómo crecen sus niveles de autonomía e independencia, hasta qué punto está logrando asumir por entero el mando de su vida. Ah, viéndola ahora aquí, adherida al pavimento como un negrísimo betún gomoso, a cada instante más nítida y definida, mientras él cada vez más ostensiblemente se diluye y afantasma, le resulta por completo evidente que definitivamente terminará suplantándolo en todos sus papeles estelares.
Autor: Carlos Enrique Cabrera
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