El bar era de esos limpios, blancos, con el suelo de madera, paredes desnudas y sofás de cuero albino. Los camareros eran atractivos sin ser especialmente guapos. Sonreían sin ese peloteo que a ella le ponía tan nerviosa. Pidió una cocacola para despejarse y encendió un cigarrillo. El bar estaba tranquilo, la música, techno sin estridencias, se colaba muy bien por entre las personas que tomaban sus primeras copas de un viernes noche. A pesar de todo, el bar se le antojaba muy frío, y no solo por el aire acondicionado que hacía que en la calle se estuviera mucho mejor... Vigilaba el bolso, sabía que en esos sitios tan cools era dónde más ladrones de guante blanco había, vestidos con sus trajes a medida. Notó que alguien respiraba cerca de su hombro y se giró. Percibió enseguida que estaba en peligro al sentir cómo unos remolinos se dibujaban en la piel de su espalda. Despacio, recoge su bolso y lo pone en su regazo. El ladrón no quería la cartera, le cerró los ojos, le cogió la cara con ambas manos y le robó el beso más sonado de aquella hora en aquel bar.
Autora: Belén Inred
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