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sábado, 26 de noviembre de 2011

SONRÍO






Continúo mi recorrido sin evitar lo inevitable, me dejo arrastrar hacia mi destino, quién sabe, tal vez llegue a la cima antes de lo esperado. Vislumbro el calor de unos brazos ansiosos por abrazar, generosos y amables. Me dejo, me sé deseada y esperada, me dejo. Me entrego ciega y confiada, me dejo. Muero un poco y otro más, me dejo y no pienso, me dejo por completo, me dejo y sonrío, me burlo de la vida cuidando mi momento, es mío, sonrío por eso.



Autora: Andrea Paparella


sábado, 19 de noviembre de 2011

DECISIONES










Me han dicho que debo tener cuidado en esta ciudad.
La inseguridad reina, pero soy fuerte y tengo una corpulencia que creo disuasiva. Por eso decido pasar por el sombrío callejón entre las dos avenidas. Sin embargo, confieso que me sorprendo al ver un enclenque pequeñajo salir de un portal y decirme sin mucha convicción: “¡Dame el reloj!”. Aunque tiene una navaja en la mano, le respondo que no le doy nada y lo miro fijamente. Baja los ojos, está demacrado y muy delgado, pero agita la navaja y repite con insistencia: “¡Te digo que me des el reloj. Dame el reloj!”.
Lo mido de arriba abajo y decido: lo tumbo de un solo puñetazo y queda tendido a mis pies, boca arriba. Está inconsciente y lo observo con más detalle. Lleva una vieja y sucia camisa abierta sobre un pecho hundido del que sobresalen las costillas y calza unas zapatillas deshilachadas. No tiene calcetines y parece destentado.
Lo vuelvo a mirar y tomo otra decisión : me quito el reloj y lo deposito con cuidado sobre su camisa entreabierta.
Antes de irme, intento reanimarlo.




Autor: Fernando Ainsa







martes, 15 de noviembre de 2011

Recital de Relatos breves en el Interferencias día 18







18 noviembre 2011 a las 21:30 h.
Recital nº 2 del Ciclo de narrativa breve
bar INTERFERENCIAS (Benavente, 11- Zaragoza)






sábado, 12 de noviembre de 2011

PIEDRAS EN LOS BOLSILLOS









Suelo volar con facilidad.
Consigo hacerlo en cualquier sitio y en casi cualquier circunstancia. La única energía que necesitan mis alas para emprender el vuelo es ansiar huir. En un parpadeo, me elevo por encima del mundo y lo observo desde la distancia que proporciona el aire, el azul y las nubes.
Adopto un estadio en el que las sensaciones dirigen las ideas. Lo que siento es absoluto y, desde esa certeza, se abre el abanico infinito en donde soy dueña de un escurridizo destino.
Con las alas extendidas, me enfrento al miedo envuelta en un halo de atrevimiento y recursos. Fuerte, serena y libre para emprender cualquier proyecto, cualquier ilusión que permanezca enterrada bajo las sábanas de la desidia. Me convenzo de que los obstáculos son salvables y que el optimismo es la mejor arma; de que las emociones son mis aliadas y no debo reprimirlas; de que puedo y sé.
Todo es posible en mi dimensión. Hasta tu amor por mí. Convencida de que me deseas tanto como el nudo de tu estómago te ata a mí. Logro saborearte con tal nitidez que, cuando te vuelva a ver, me vanagloriaré de haber estado en tu boca. Justo entonces abro los ojos y me veo a mí misma como una pobre diablilla que se alimenta de fatuas ilusiones. Algo se rompe dentro de mí, probablemente alguna pluma.
Me salen muy caros estos viajes a ninguna parte, por eso siempre llevo piedras en los bolsillos.







Autora: Anabel Consejo







sábado, 5 de noviembre de 2011

LA PRUEBA






Ella le pidió a él, como una prueba de amor, palabras que nunca le hubiera dicho a nadie.
Él las buscó durante varios días y en todas las noches que pasó en blanco, hasta que consiguió encontrarlas. Pero no se las dijo.
Poco a poco, el silencio se fue instalando entre ellos, separándolos.
Aquello que él no quiso decirle era lo único que jamás le hubiera dicho a nadie.






Autora: Ana Tortosa


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