Solo se oían en el bosque unos gemidos ahogados de algo que corría. Dos sombras zigzagueaban por los árboles levantando las hojas a su paso. Cuando llegó al fondo de su guarida, el lobo, por fin, descansó. Mientras recuperaba el aliento, sintió, aterrado, en la nuca, el de la deliciosa niña roja que pensaba merendarse.
Autora: Belén Inred
Estupenda y novedosa versión del clásico.
ResponderEliminarme encanta que me sorprendan , tú lo has conseguido. Muy bueno
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