sábado, 22 de enero de 2011

TODO POR UNA CANCIÓN



Andreas se levantó más tarde de lo acostumbrado. Sus compañeros de infortunio que, como él, habían elegido dormitorio bajo el Pont Neuf, madrugaron mucho más y ésto le incomodó sobremanera. Se lavó junto al Sena y volvió a vestir su viejo traje raído. Había decidido gastarse las últimas monedas que rondaban por su bolsillo en un tranquilo bistró, que quedaba cerca de Ópera, pero no para comer sino para entonar su destartalado cuerpecillo con un acertado pastisse. De camino por Concordia, las personas trajeadas le miraban de arriba abajo, con repugnancia, pero algo había llamado poderosamente la atención de Andreas, impidiéndole pensar en devolver esas miradas de desaprobación. Una música nacida en la caja de un violonchelo, atraía a Andreas como una flauta a las ratas de su calaña y no podía evitar que sus pasos, más o menos certeros, se dirigieran hacia el músico callejero. Aquel músico interpretaba una melodía francesa que Andreas solía bailar con mujeres bellas, cuando el tiempo todavía no había malogrado su semblante. El hombre interpretaba la canción con tanta pasión, que parecía jugarse la vida en ello y probablemente su cena la conformaba las pocas monedas que ocupaban su cestillo. Así, al compás de “Comme d’habitude”, Andreas sintió algo que hacía mucho tiempo no notaba, una especie de latido revitalizante que dirigió sus pasos hacia el músico, su mano al bolsillo y las pocas monedas que tenía, al cestillo del violonchelista callejero. Aquel día, Andreas no se emborrachó, pero durmió feliz, recontando los recuerdos de juventud que aquella música había pintado en su memoria.

Dedicado a la figura de Andreas, del relato “La leyenda del Santo bebedor” (Joseph Roth)



Autor: Marcos Callau






1 comentario:

  1. "La leyenda del santo bebedor"...¡cómo me gustó ese relato de Joseph Roth!. Mucha gracias de nuevo, Fernando.

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