sábado, 19 de diciembre de 2009

LAS PINZAS

Sabían que no debían dudar en los momentos críticos. Los problemas no se solucionan dudando. Pero allí estaban… paralizados e inmóviles como dos indefensos ermitaños sin cobijo.

En la playa, la gente estaba especialmente bulliciosa y el sonido de las olas en la rompiente parecía más fuerte que de costumbre, seguramente por la sensación visual que producía un ardiente y, en extremo, brillante sol de mediodía. La luz que rebotaba en la arena blanca era casi incontrolable por los ojos, exagerando el nivel de estrés y saturando los sonidos.

Seguían inmóviles. Imposible evitar el entumecimiento de los músculos metidos en aquel espacio extraño de un rojo deslumbrante que una mano de cría humana balanceaba de un lado a otro, de manera que cada vez quedaba menos mar. Posiblemente, era lo único que podían hacer porque las pinzas resbalaban impotentes en aquella pared tan incomprensible.







Autora: Laura Gómez Recas






2 comentarios:

  1. Efectivamente los problemas no se solucionan dudando,
    Lo malo es que muchas veces tampoco se solucionan estando seguro y entonces no queda sino la resignación ante lo incompresible.

    (Menos mal que ahora se lee bien el relato después de la extraña forma con que apareció ayer).

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Mi agradecimiento por tu lectura, Ybris. La impotencia rompe hasta la natural inclinación por sobrevivir.

    Y gracias a Fernando. Hubo un problemilla de edición y estuvo al quite como los espadas de ley.

    Besos a los dos y gratitud.
    Laura

    ResponderEliminar