sábado, 31 de octubre de 2009

CEGADO POR TU AUSENCIA







Tanto tiempo mirando el mundo a través de tus ojos y ahora, de repente, me dejas ciego. Acostumbrado a ver las cosas como tú, a pensar como tú, a contar con tu opinión, ahora soy un ser inerte que no ve, no piensa, no opina porque no te tengo iluminándome el camino. Creo que estoy clavado en la más absoluta nada y despertando a golpes por una melodía que me recuerda a ti o por una expresión que decías tantas veces que creo seguir oyéndola en tu voz aunque la pronuncien otros labios. Son destellos que me activan como un chispazo y me convierto en un robot que renace y sonríe, y comienzo a hacer planes contigo hasta que llego al límite en que me pego un golpetazo contra el muro de tu ausencia. Vuelvo a caer y ya no me puedo reponer porque no veo pero tampoco quiero ver, porque aunque brilla el sol no para de llover. Ahora despierto y parece que no existe el amanecer, que ya no tengo nada que hacer. Realmente no tengo nada y trabajo por costumbre, por sobrevivir al sin vivir de no vivir sin tu vida. Ayer era lunes, un día señalado en el que solíamos juntarnos para pasear. Como un loco anduve por la senda por la que tú sonreías cogida de mi mano, por el puente donde brillaban tus ojos más que las estrellas. Sopló un viento fuerte y, no me preguntes cómo, pero me trajo tu inconfundible aroma, irresistible fragancia que aún puedo notar en los sueños. Me di la vuelta pero no estabas, en tu lugar sólo había un campo lleno de flores. Aquélla noche me dormí desacostumbradamente temprano tras el ritual de besar tu fotografía. A las tres de la madrugada, súbitamente me desperté y creí que tu pelo acariciaba mi cara, creí sentir la suavidad de tu piel de seda y el sabor de tus labios de nuevo en los míos. Abrí los ojos pero no estabas, en tu lugar sólo había vacío. Entonces me di cuenta de que tu vacío me aterra y sentí que quería marcharme contigo. Cuando recobre mi ritmo respiratorio normal volví a caer, ésta vez, en un sueño más profundo con el deseo de volver a soñar contigo. Al despertar, una gran luz lo invadía todo… una gran luz que me cegaba y me transportaba a algún lugar. Al final de ese gran túnel luminoso estabas tú.





Autor: Marcos Callau Vicente




2 comentarios:

  1. De nuevo muy agradecido, Fernando. Un placer formar parte de ésta biblioteca cada día más extensa.

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  2. Es difícil definirse.

    Deberíamos ser capaces por nosotros mismos, sin depender del otro, ni por amor...

    La luz la acaba viendo el que la busca.

    Me gustó.
    Un beso, de Laura

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