La suave brisa del atardecer luchaba por caer sobre mí mientras el frío del cristal frenaba su inquietud sin dejarlo pasar, mis dedos dibujaban surcos en el vidrio acorralando el vaho que húmedo cubría mi piel indiferente a mis sensaciones. Mi brillosa mirada se perdía en la espesura del jardín, en un rincón donde las rosas son compañeras eternas de las rojas amapolas y las fragancias se funden en un solo aroma ahora empañado por una tenue lluvia que cubre de lágrimas cada hoja, cada esencia, cada aroma…
Autora: AriaDna
un beso, fernando
ResponderEliminar:)
Precioso relato de un momento, AriaDna. Casi tengo la humedad del cristal sobre mis dedos.
ResponderEliminarUn abrazo
Laura
Precioso relato Ariadna...
ResponderEliminarNo dejes de escribir.
Y el tema de la copiona dejalo correr...
Ya se cansará.
Besos.
Instante memorable eternizado.
ResponderEliminarDensa fugacidad de la mirada quieta.
Muy bello.
Sensible mirada la tuya, Ariadna. A mí las tardes de lluvia también me dejan esa sensación de que algo nos abandona detrás del cristal o, quizá, sea la impresión de abandono, de soledad lo que probablemente sienta. Precioso micro-relato.
ResponderEliminarBesos
Precioso como siempre, Ariadna; echaba de menos leerte...
ResponderEliminarBesos amore