Mientras en la vieja radio sonaba Perry Como, la mujer recogía el desayuno. El día era gris, y nadie le había dado los buenos días. Se aferró al palo de la escoba, y danzó al son de la música. Si hubiese mirado por la ventana, me habría visto con mi ramo de flores, mi vestido de fiesta y los mocasines italianos. Pero comprendí que no podía hacerla mas feliz que en ese momento de soledad.
Autor: Gabriel del Molino
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