Su oído receló de sí mismo. Pronto, sus ojos se toparon con el surco que se abría paso en la superficie aterciopelada. La reja de un arado incorpóreo había establecido dos partes en el sensual territorio, valiéndose de un trenzado deshecho imposible de reparar.
En su conciencia, advertía que aquello le había quebrado el día. Mamá no lo entenderá. El camino, surgido de la nada, tenía un recorrido fatal, delatando la blancura del subsuelo, su piel. Se volvía angosto al alcanzar la delgadez del estoico sostén de la pierna. Mancillado el tobillo, se embocaba tras el sublime perfil del zapato de tacón, verde como la lágrima.
La portera del quince gritaba. Ha sido un obús, le ha partido en dos. Entre sus brazos, Adela yacía muerta con una carrera en la media y otra en la cintura.
Autora: Laura Gómez Recas
4 comentarios:
¡Qué bien se está aquí! Gracias, Fernando... La imagen, perfecta.
Te firma un beso.
Imponente imagen, efectivamente.
Muy muy bueno el texto. Llevándonos suavemente hacia el fatal desenlace.
Saludos
Tremendo texto, Laura, y, por desgracia, cada día más cercano el terror reflejado...y la trenzada impotencia.
Besos
Terrible la imaginada última reflexión ante el propio cuerpo irreparablemente partido.
Enhorabuena por tu relato, Laura.
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