La operación había sido un éxito. Se trataba de una operación sencilla, bastaba con extirpar un par de nódulos de las cuerdas vocales. Nada grave según le habían advertido antes de que la anestesiaran. Laura odiaba los hospitales, en concreto el Miguel Servet, los profesionales que vestían batas blancas, las series de televisión en las que aparecían médicos, el olor aséptico que impregnaba las habitaciones y sobre todo detestaba el verde de los camisones de la Seguridad Social.
El postoperatorio era indoloro, debía abstenerse de hablar una sola palabra en dos semanas y de cantar durante unos meses. Lo de cantar le traía sin cuidado, pero lo de hablar era un asunto más delicado. Su rutina apenas tenía momentos de silencio. Necesitaba comunicarse de una manera continua, expresar su opinión sobre cada asunto que captaba su atención aunque no le hubiesen preguntado. Para mitigar la frustración de no poder comunicarse se había comprado una imitación de pizarra Vileda y un rotulador, de los que se borran al pasar un trapito por encima, en una tienda de chinos del barrio de las Delicias. Mientras duraron los efectos de la anestesia soñó cuales iban a ser las primeras palabras que escribiría en la superficie blanca de la pizarra. Se despertó y vio a sus padres y a su novio Miguel que llevaba en las manos un ramo de flores caras. Levantó el pulgar para hacerles saber que se encontraba bien. Le preguntaron varios detalles de la operación de los que no tenía ni idea, parece mentira que no tuviesen en cuenta que ella había estado dormida bajo los efectos de los anestésicos. Contestaba obviedades con buena letra, a cada pregunta su caligrafía empeoraba. A los diez minutos comenzaron las llamadas de teléfono a los móviles de sus parientes para interesarse por su estado de salud. Oía las respuestas que daban y le resultaba extraño que hablasen por ella y diesen una serie de detalles que estaba segura no había explicado en la pizarra que había comprado en los chinos. De repente Miguel le pasó su teléfono:
Es Noelia. Quiere saludarte y desearte que te recuperes lo más rápido posible-.
Laura puso cara de ¿Para qué me pasas una llamada? No ves que me acaban de operar. Cogió el móvil y escuchó en silencio
-Hola Laura, soy Noelia. Me da la impresión de estar hablándole a un contestador automático, la ventaja es que no se va a quedar grabado lo que te tengo que contar. Miguel y yo tenemos una aventura. No te ha dejado por lo de la operación pero cuando recuperes el habla se irá. Qué te mejores-.
Laura intentó contestar, insultar a Noelia y al mismo tiempo destrozar el ramo de flores caras que había comprado Miguel. No hizo nada,sabía que si forzaba la voz podía perder el habla para siempre y la necesitaba para pedir muchas explicaciones en quince días. Miguel, ajeno a la información que le habían ofrecido, se acercó a recoger su móvil. Laura lo miró con ojos de recién operada y escribió en la pizarra: No sabes las ganas que tengo de decirte un par de cosas al oído.
Autor: Jesús Cuartero
El postoperatorio era indoloro, debía abstenerse de hablar una sola palabra en dos semanas y de cantar durante unos meses. Lo de cantar le traía sin cuidado, pero lo de hablar era un asunto más delicado. Su rutina apenas tenía momentos de silencio. Necesitaba comunicarse de una manera continua, expresar su opinión sobre cada asunto que captaba su atención aunque no le hubiesen preguntado. Para mitigar la frustración de no poder comunicarse se había comprado una imitación de pizarra Vileda y un rotulador, de los que se borran al pasar un trapito por encima, en una tienda de chinos del barrio de las Delicias. Mientras duraron los efectos de la anestesia soñó cuales iban a ser las primeras palabras que escribiría en la superficie blanca de la pizarra. Se despertó y vio a sus padres y a su novio Miguel que llevaba en las manos un ramo de flores caras. Levantó el pulgar para hacerles saber que se encontraba bien. Le preguntaron varios detalles de la operación de los que no tenía ni idea, parece mentira que no tuviesen en cuenta que ella había estado dormida bajo los efectos de los anestésicos. Contestaba obviedades con buena letra, a cada pregunta su caligrafía empeoraba. A los diez minutos comenzaron las llamadas de teléfono a los móviles de sus parientes para interesarse por su estado de salud. Oía las respuestas que daban y le resultaba extraño que hablasen por ella y diesen una serie de detalles que estaba segura no había explicado en la pizarra que había comprado en los chinos. De repente Miguel le pasó su teléfono:
Es Noelia. Quiere saludarte y desearte que te recuperes lo más rápido posible-.
Laura puso cara de ¿Para qué me pasas una llamada? No ves que me acaban de operar. Cogió el móvil y escuchó en silencio
-Hola Laura, soy Noelia. Me da la impresión de estar hablándole a un contestador automático, la ventaja es que no se va a quedar grabado lo que te tengo que contar. Miguel y yo tenemos una aventura. No te ha dejado por lo de la operación pero cuando recuperes el habla se irá. Qué te mejores-.
Laura intentó contestar, insultar a Noelia y al mismo tiempo destrozar el ramo de flores caras que había comprado Miguel. No hizo nada,sabía que si forzaba la voz podía perder el habla para siempre y la necesitaba para pedir muchas explicaciones en quince días. Miguel, ajeno a la información que le habían ofrecido, se acercó a recoger su móvil. Laura lo miró con ojos de recién operada y escribió en la pizarra: No sabes las ganas que tengo de decirte un par de cosas al oído.
Autor: Jesús Cuartero
6 comentarios:
Muy bueno.
Mala leche la de Noelia.
Tanta como caradura la de Miguel.
Tiemble la pizarra.
Abrazos.
Se dibuja una sonrisa al leer. Curioso. Debe ser por la pizca de humor negro que asoma cuando uno se da cuenta de por qué el autor nos hace ver detalladamente lo importante que es para Laura hablar.
El punto de sadismo también se puede contrarrestar con la palabra escrita. Quizás mejor que con la hablada. Esa pizarra era la clave y la perdió. Bastaba con poner: ¡Fuera de mi vida!
Un abrazo,
Laura [otra Laura :o)]
Qué bien, la historia digo, pero esto de que descuelgues y no digan nada mosquea lo suyo. A mí me gustaría que un lunes cualquiera de una mañana de colegio, me llamaran y en lugar de quedar un móvil inerte y mudo, me dijeran: Hola, soy yo, tenemos que hablar. Al menos poner voz sería como poner cara y ojos, por decir algo.Bien el cuento, muy bien.
Ese humor soterrado de felino al acecho... de ???????????
la vie
Jajajja...
Genial!!!!!
El humor y la inteligencia de la protagonista.
Bueno desayunarse con un cuento así.
Y yo me pregunto, ¿que par de cosas pensaría Miguel escuchar?, igual espera "TE QUIERO", jajaja,
¡cuánta mala leche!
Besos.
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